Los efectos  del obradorismo están por verse

Existen voces nacionales y extranjeras que dicen que no nos fue tan mal como a Venezuela. Que en este momento el país no está en real riesgo. Que el presidente López Obrador ya se va y no destruyó la democracia. Argumentan que México nunca será una dictadura. La ...

Existen voces nacionales y extranjeras que dicen que no nos fue tan mal como a Venezuela. Que en este momento el país no está en real riesgo. Que el presidente López Obrador ya se va y no destruyó la democracia. Argumentan que México nunca será una dictadura.

La realidad parece ser distinta.

Así pasó en Venezuela, que no iba a ser Venezuela hasta que lo fue. De hecho, hace un par de décadas era un ejemplo de un país que tenía bien marcado el norte.

México podría correr con una suerte similar.

Nuestro país se ha construido de forma diferente a muchas repúblicas. Fuimos aztecas, después un virreinato. Los héroes de la patria hicieron a la nación independiente con mucha sangre y sudor. Tuvimos a Porfirio Díaz y nos rigió la “dictablanda” del PRI. La oposición lleva mucho estando ahí y fue creando esas instituciones que han soportado, contra fuego y marea, el embate de la –autodenominada– Cuarta Transformación.

Las simplificaciones nunca son buenas, pero México, con el Movimiento de Regeneración Nacional, se ha convertido en algo diferente. Y los riesgos son enormes.

Bajo la presente administración se polarizó a la sociedad. Nos volvimos los enemigos de los mexicanos que pueden pensar diferente. Decidimos que podemos vivir violentamente y que el costo que las organizaciones criminales controlen gran parte del territorio nacional es algo aceptable.

En los últimos cinco años hemos visto un claro y creciente deterioro del Estado de derecho. Tenemos una Comisión de Derechos Humanos que está al servicio del poder. Una Fiscalía General de la República que es menos autónoma que cuando dependía del Poder Ejecutivo. Donde los cárteles de la droga ahora controlan toda clase de negocios y rigen la vida de los mexicanos.

Por otro lado, el poder y los recursos que se le han dado a los militares han creado incentivos peligrosos, y los efectos de esa errada decisión sólo los podremos valorar en la próxima década.

Esperando que las últimas reformas destructoras que planteó el presidente López Obrador puedan ser mitigadas por una oposición que no parece del todo bien organizada –en cuyo caso nuestros problemas serían mucho más graves–, el México de mañana tendrá que resistir a organizaciones criminales que dictan la vida en gran parte del país, a un Ejército que velará por cuidar sus propios intereses a costa del presupuesto público y a instituciones debilitadas que no logran cumplir con su función de controlar, administrar y de servir de pesos y contrapesos para dirigirnos a una democracia funcional.

Por eso, tal vez resulta falso afirmar que el presidente López Obrador y sus ambiciosos seguidores no han destruido a un México que tiene hambre y sed de justicia, igualdad y anhela ese desarrollo que no nos llega y se percibe tan lejos como una extraña aspiración.

Sea lo que sea que ocurra en el próximo proceso electoral, el país ha cambiado y los efectos de este experimento democrático todavía no los conocemos y falta mucho para que se manifiesten en toda su magnitud.

*Maestro en Administración Pública por la Universidad de Harvard y profesor en la Universidad Panamericana

X: @ralexandermp

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