Logo de Excélsior                                                        

Los amigos del Presidente

Ricardo Alexander Márquez

Ricardo Alexander Márquez

Disonancias

“Dime con quién te juntas y te diré quién eres”, dicta una frase del folclor mexicano que peca por la veracidad de su dicho. Simple y claramente, el ser humano, busca amistad en las personas con las que comparte formas de ser y de pensar, con las que congenia y, al final, a las que defiende.

En el último –y primer– año del gobierno federal, pocas cosas han llamado tanto la atención como el apoyo del presidente Andrés Manuel López Obrador a regímenes como el de Nicolás Maduro, en Venezuela, y al de Evo Morales, en Bolivia, en contra del sentir general de la comunidad internacional.

En el primer caso desde 2013 –y 1999, si se considera desde la llegada de Hugo Chávez–, empecinado en mantenerse en el poder no obstante los costos –políticos, económicos y sociales–, el presidente Maduro ha sumido a su población en una espiral de pobreza, tachando cualquier voz opositora de vendida y conservadora, en un país que era faro de democracia latinoamericana hace tan sólo unas décadas.

Sobre el exmandatario de Bolivia, Evo Morales, sorprende que el gobierno de México haya salido a ofrecer asilo político y haya mandado un avión privado –de esos que ya no tiene el gobierno–, con dinero de los mexicanos, para traer a nuestro país a alguien que ha atentado contra principios republicanos básicos, y que buscaba continuar en el poder después de 13 años. Incluso el miércoles pasado fue nombrado huésped distinguido de la Ciudad de México por Sheinbaum.

Ambos regímenes sudamericanos tienen elementos en común. Son generadores de un discurso de odio y división. En muchos casos han reprimido a la población y sus libertades. Han sido tachados por la comunidad internacional de cometer fraude electoral. De una u otra forma se perpetuaron en el poder y, durante su mandato, incorporaron la revocación de mandato en su legislación, que les facilitó hacerlo.

De manera poco trasparente y contraintuitiva, ese apoyo del gobierno de México ha sido justificado con el principio de autodeterminación de los pueblos –como si mandar un avión para proteger a un individuo no fuera tomar partido–. Pero eso sí, la presente administración critica el modelo de un gobierno elegido democráticamente –nadie lo duda– como el de Chile, que, dato curioso, tiene un producto interno bruto per cápita 50% mayor al de nuestro país y seis veces del de los bolivianos.

Cercanos al Presidente deben ser muy cuidadosos en sus declaraciones. Cuando sale la presidenta de Morena a alabar al régimen de Maduro, o el canciller Ebrard a defender que se celebren nuevas elecciones en Bolivia en las que participe el mandatario asilado, o Eréndira Sandoval, secretaria de la Función Pública, a pedirle a Morales que nos comparta “su experiencia de gobierno”, a simple vista parece que se tiene un doble discurso sobre democracia y Estado de derecho.

El presidente López Obrador debe cuidar mucho los mensajes que manda su administración, por un lado, al mundo, sobre sus amigos y aliados, en un contexto ya de bastante incertidumbre sobre sus políticas económicas, y por el otro, a los mexicanos, al generar preocupación por el tipo de prácticas que puede considerar como aceptables y justificadas. “Al margen de la ley, nada; por encima de la ley, nadie”.

 

*Maestro en Administración Pública por la Universidad de Harvard y profesor de Derecho Constitucional en la Universidad Panamericana.

 

Comparte en Redes Sociales