Lo que nunca se había visto
Su líder dijo que su “autoridad moral” está sobre las leyes
Pretextos siempre hay. Las maromas son cosa de todos los días. Y prácticamente cada una de las pifias del gobierno del presidente López Obrador –que se cuentan por centenares– terminan en un “pero antes era peor”.
La realidad es que hemos vivido un sexenio que no tiene comparación y no hay justificación para el desastre por el que está pasando el país. Si bien es cierto que podemos encontrar algunos –muy pocos– avances, no son un contrapeso para el decrecimiento democrático e institucional por el que ha transitado el país en los últimos cinco años.
Ni siquiera nos referimos a la economía estancada o a los malos servicios de salud pública. Tampoco a los retos que enfrentan todas las repúblicas, como lo es la mexicana.
Por lo menos en este siglo no se había visto que un mandatario mexicano aceptara que el ministro presidente de la Suprema Corte de Justicia de la Nación estaba a su servicio y que seguía sus órdenes, o que se amenazara a otros miembros de ese alto tribunal con juicio político si no se sometía a sus designios.
Tampoco se había visto pisoteada de esa manera la Ley de Adquisiciones para darle cabida a un enorme número de adjudicaciones directas que ahora sabemos eran para beneficiar a los familiares y amigos del Presidente, que se han vuelto descaradamente multimillonarios.
Que los hijos del Presidente y sus amigos sean evidenciados como los beneficiarios de enormes contratos y que no tengan otro mérito que su cercanía con los ahora funcionarios. Y además de eso, que no pase nada. Ni siquiera una disculpa.
Nunca habíamos visto que un Presidente atacara –abierta y cínicamente– a periodistas y publique sus datos personales. E insista en que lo que hizo estuvo bien.
En un México con problemas, pero que buscaba superarlos, nunca habíamos visto que hubiera tantos elementos para intuir que gran parte de la popularidad y del sostenimiento de un movimiento político fueran gracias a un crimen organizado cada vez más impune y arraigado en todos los rincones del país.
Pero lo más inaudito es que el Presidente y sus allegados se sienten inmaculados e irresponsables. Ya lo dijo su líder, su “autoridad moral y política” está sobre las leyes. Así de descarado el egocentrismo de alguien que muestra que claramente perdió el piso, aunque tal vez nunca lo tuvo.
Es posible que los que quisimos no ver lo que se venía fuimos nosotros, pues fue el mismo López Obrador el que se autoproclamó Presidente legítimo en 2006 y tomó posesión al cargo con una banda presidencial apócrifa frente a unos fanáticos que tomaron por bueno ese ridículo simbolismo.
Por eso, aunque nada es nuevo en un México que ha invertido mucho sudor y derramado mucha sangre para construir un país de derechos e instituciones, lo que hemos vivido este sexenio nunca se había visto.
Lo más preocupante es que millones de mexicanos parecen vacunados e inmunes a la triste situación por la que transita el país y ni siquiera es claro si vamos a despertar en el corto plazo de esa pesadilla que nos tiene amarrados y cuyos efectos a largo plazo todavía están por verse.
- *Maestro en Administración Pública por la Universidad de Harvard y profesor en la Universidad Panamericana
X: @ralexandermp
