La policía que nos cuida

Para la ciudadanía, en casi todos los casos, las interacciones con los uniformados son un volado sobre el resultado.

No cabe duda que el crimen organizado está inmerso en la sociedad mexicana, en todos los niveles y en todas las regiones del país. No sólo hablamos de los casi 100 homicidios diarios, sino del control que ejercen en los diversos ámbitos de la vida diaria. Imponen gobernantes, determinan qué negocios deben pagarles piso y son la autoridad de facto.

Sabemos que los tentáculos de estas organizaciones se extienden de muchas maneras, pero gran parte de este control lo llevan a cabo a través de cooptar a las policías en los tres ámbitos del gobierno: municipal, estatal y federal.

Al presentar los resultados del Censo Nacional de Seguridad Pública Estatal (CNSPE) 2023, el Inegi reportó que 222 mil personas estaban adscritas el año pasado a las instituciones de seguridad pública de las entidades. Por otro lado, en México hay más de 1,600 corporaciones policiales.

Sobran casos que demuestran que las corporaciones de seguridad pública infiltradas. Pero no sólo por convicción, sino igualmente por la violencia que ejercen contra ellas las mismas organizaciones criminales.

De acuerdo con la organización Causa en Común, de 2018 a junio 2023, han sido asesinados 2 mil 482 uniformados en todo el país.

En julio pasado, al menos 36 agentes municipales renunciaron a la policía de Cajeme, Sonora, tras el secuestro, tortura y asesinato de tres policías.

Lo cierto es que nuestros gobernantes no han entendido qué hacer para lograr una policía fuerte y confiable que pueda cumplir con su objetivo. Por eso, para la ciudadanía, en casi todos los casos, las interacciones con los uniformados son un volado sobre el resultado. Desde mordidas hasta el trabajo que hacen para las organizaciones criminales.

Ahí están los casos emblemáticos, como el de Ayotzinapa, donde está documentando que fueron los policías de Iguala y estatales quienes entregaron a los normalistas al crimen organizado.

También, hace unos días, se confirmó que fueron policías estatales los que el 21 de enero de 2021, en la comunidad de Santa Anita, del municipio de Camargo en Tamaulipas, asesinaron y calcinaron a 17 migrantes.

Desde hace más de una década se ha tratado de “blindar” a las policías con mandos sacados de las filas castrenses, pero el resultado ha sido el mismo.

Sin buscar simplificar el problema –que claramente es complejo– no se ha entendido que lo que hace fuerte a una policía es el misticismo de ser parte de una corporación, el sentido de pertenencia. Así es como se pretendía consolidar a la Policía Federal, la cual fue destruida con un plumazo por el presidente López Obrador.

Un buen ejemplo de una policía nacional exitosa en Latinoamérica son los carabineros de Chile. Es una institución creada en 1927 que es la segunda institución pública y de la sociedad civil que mayor confianza genera a la ciudadanía, según los resultados del cuarto estudio nacional de Research Chile.

Es necesario que se profundice en diseñar a policías que funcionen, que rindan cuentas y no caigan en las garras del crimen organizado. Hoy estamos lejos de instituciones de ese tipo.

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*Maestro en Administración Pública

por la Universidad de Harvard

y Profesor en la Universidad Panamericana

X: @ralexandermp

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