La falsa narrativa de la Cuarta Transformación

Desde hace semanas al Presidente se le ve descompuesto, enojado. Como si hubiera perdido su centro, su confianza. Ya no tiene esa risita burlona y sus mañaneras son un tropezón tras de otro. Y cómo no iba a serlo, si ya no tiene su arma secreta, su más fuerte poder. ...

Desde hace semanas al Presidente se le ve descompuesto, enojado. Como si hubiera perdido su centro, su confianza. Ya no tiene esa risita burlona y sus mañaneras son un tropezón tras de otro.

Y cómo no iba a serlo, si ya no tiene su arma secreta, su más fuerte poder. Aunque trata una y otra vez de retomarlo, el mandatario ya perdió el control de la narrativa. De los temas de los que se habla en las esferas públicas y privadas del país.

El régimen, en su momento, logró contener la difusión de la tragedia de Tlahuelilpan, de las masacres, de los 27 muertos en la Línea 12 del Metro. De la corrupción de los cercanos al Presidente, empezando por René Bejarano. De que nada tenía que ver su movimiento con la desaparición de los 43 normalistas. De las presiones al ministro Medina Mora para que renunciara.

Sin embargo, en las últimas semanas algo cambió; el detonante, el escándalo de la Casa gris. Incluso, dentro de sus otrora seguidores, se empieza a conversar de lo importante y se cae la máscara con la que se ha vendido la —mal llamada— Cuarta Transformación.

Poco a poco hemos dejado de hablar de las disculpas que se le exigen a España o del penacho de Moctezuma, de la rifa del avión presidencial y de las cortinas de humo que se lanzan todos los días desde la conferencia mañanera.

Ahora sí estamos discutiendo lo que significó la cancelación del aeropuerto de Texcoco. Que la ridícula “estrategia” de abrazos y no balazos ha empoderado a las organizaciones criminales a niveles no vistos en décadas, incluso de su intervención directa en las elecciones de 2021. De los 110 mil homicidios. De los malos manejos dentro de la pandemia. Que haber destruido la compra consolidada de medicamentos ha resultado en desabasto en la red de hospitales públicos del país.

Sus ideólogos, como Epigmenio Ibarra —quien este sexenio ha recibido créditos gubernamentales por 150 millones de pesos y beneficios fiscales— están desesperados tratando de regresar a esa falsa narrativa que le fueron creando al movimiento por más de una década.

Ya nadie, con dos dedos de frente, se cree que el “modelo” económico del actual gobierno sirve de algo. Tampoco que el mandatario combate a la “mafia en el poder”. Que ellos representan un modo modesto de vivir. Mucho menos, que López Obrador encarna la “honestidad valiente”.

Todo lo contrario. La realidad se impone y le ha dado un fuerte golpe a su popularidad en el último mes —hasta 8 puntos, según algunas encuestas—.

La narrativa de la 4T es historia. La realidad es que tenemos un gobierno irresponsable. Que ha generado más pobreza que cuando llegó al poder. Más delincuencia e impunidad. Peores servicios públicos y desabasto de medicinas. Que representa una nueva y cínica forma de ser corrupto.

Es tiempo de salirnos de esa narrativa oficial para contar cómo México puede ser un país próspero. Que vuelva a ser un gran destino turístico. Un polo de inversión extranjera. Con funcionarios públicos preparados. Donde tener mejores condiciones de vida no es una condena para el alma y las aspiraciones son positivas.

Ahí está el reto. Ignorar los intentos que desde el púlpito del Palacio se hable de temas irrelevantes. Superar la narrativa que tanto daño le ha hecho a nuestro país y contar esa historia del México que queremos y necesitamos. Nos lo merecemos.

*Maestro en Administración Pública por la Universidad de Harvard y profesor en la Universidad Panamericana

                Twitter: @ralexandermp

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