La destrucción del tejido social

El Ejército en las calles no es suficiente.

Mucho se habla de la destrucción del tejido social. Lo cierto es que no es muy claro si alguna vez lo hubo. No se puede asegurar que existió ese México donde los ciudadanos se identificaran con el prójimo y, desinteresadamente, vieran por el bien común.

Lo que sí se puede afirmar es que hoy, más que una sociedad, parecemos una amalgama de intereses individuales que no se ven reflejados en el otro. “Lo que suceda fuera de los muros de mi hogar me importa poco”.

Por eso, no nos afecta que maten al vecino mientras pensamos que no nos llega esa violencia a nuestra casa. O que extorsionen con derecho de piso a los de la tienda donde compramos los abarrotes. O que saqueen en medio de un desastre los supermercados. Incluso buscamos zafarnos de nuestras responsabilidades pagándole a un funcionario público o policía, las consecuencias son bronca de otro.

Es una realidad que los mexicanos guardamos un cómplice silencio aunque sepamos que nuestro familiar o vecino es un criminal. Al final de cuentas ¿en qué nos afecta?

Nuestro interés por lo público es tan insignificante que estamos dispuestos a regalar nuestro voto si nos reparten una ayuda social, aunque sepamos que signifique que se destruya nuestra democracia. No nos concierne lo que pase en el país, siempre y cuando estemos “bien” de la puerta hacia adentro.

Y a río revuelto, ganancia de pescadores. En la última década –y especialmente en el presente sexenio– las organizaciones criminales han logrado prosperar e infiltrarse en todo el territorio nacional. Son las autoridades de facto y prácticamente nada pasa sin su venia.

Después de tanto cinismo e indiferencia llega un día cuando vemos para atrás y no sabemos cómo es que llegamos hasta aquí. A un país lleno de muerte y sangre. Sin Estado de derecho. Un México que resulta invivible, donde las personas se tienen que defender, por su propia mano, de las organizaciones criminales, como lo ocurrido en Texcaltitlán, Estado de México.

El Ejército en las calles no es suficiente. Tampoco una Guardia Nacional. De ahí la necesidad de implementar una estrategia integral. Un buen ejemplo es lo realizado en el sexenio de Felipe Calderón, conocido como “Todos somos Juárez”. Con varias dimensiones: seguridad, educación, cultura, civismo. Intervención de espacios públicos.

“Todos somos Juárez” fue un programa que estableció 160 acciones en temas de economía, empleo, salud, educación, desarrollo social y seguridad, dirigidas a reconstruir –construir– el tejido social y la convivencia de los residentes de esa ciudad que vivía sus peores momentos de violencia. La estrategia logró disminuir el índice de homicidios, de 3 mil 89 en 2010 a 259 en enero de 2014.

Y aunque los resultados no permearon a largo plazo, claramente fue una estrategia exitosa en su momento.

No hay más opción. Debe haber un esfuerzo conjunto en el próximo gobierno –del color que sea– para coordinar estos esfuerzos mediante la creación de una oficina específica para esos propósitos, que pueda implementar las políticas públicas necesarias para revertir la espiral de violencia y lograr que nuestro país se convierta en una verdadera democracia, en todo el sentido de la palabra.

La decisión es de los ciudadanos. O seguimos viviendo en ese México cuyas calles están llenas de sangre e injusticias, o empezamos a dejar de cavar el agujero en el que estamos metidos.

*Maestro en Administración Pública por la Universidad de Harvard y profesor en la Universidad Panamericana

X: @ralexandermp

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