El Presidente sabe muy bien que si divide, vencerá. No le importa la economía, tampoco la salud de los mexicanos. Ni siquiera se inmuta porque su gobierno rompe todos los días el récord de homicidios en un sexenio. Lo único que le interesa es la operación electoral para perpetuarse en el poder a través de una de sus corcholatas y está dispuesto a todo con tal de lograrlo.
Hasta ahora, está consiguiendo su objetivo.
Mientras su partido lleva a cabo actos anticipados de campaña y se promocionan sus candidatos de forma claramente ilegal, la oposición se ve opacada, por lo menos en el discurso. Los intentos de organización parecen desordenados y débiles. No se ve un frente común para contrarrestar el ánimo destructor que se dicta desde Palacio Nacional.
Parece que los líderes de los partidos siguen sin entender que estamos hartos de los pactos que se hacen desde las cúpulas de poder sin tomar en cuenta a los ciudadanos y lo que el país necesita. No queremos ser gobernados por dinosaurios. Tampoco por políticos que se doblan a la menor provocación, como ya lo han hecho.
El problema es que las decisiones se dejan en manos de los partidos de los que la gente está harta. Por eso se pueden entender números de abstencionismo mayores a 50% en las últimas elecciones. Y claramente esos gobiernos llegan con muy poca legitimidad al ser elegidos por minorías, muchas veces clientelares.
En la oposición hay buenos candidatos, pero no se ponen de acuerdo. Parece que no se dan cuenta de que no los queremos a ellos como individuos, sino como caras de un movimiento social que pueda englobar todas las visiones de nación que nos lleven al México que necesitamos.
Quien encabece el esfuerzo debería ser lo de menos. Necesitamos su “generosidad” para que, en lugar de buscar quién dirigirá el proyecto, nos preparemos para un gobierno de coalición que se fundamente en acuerdos partidistas y ciudadanos.
Necesitamos más ideas y menos rencores. Más construcción y menos destrucción. Poco protagonismo y nada de populismo. Exigimos talento y responsabilidad en la toma de decisiones. ¿Quién se puede oponer a algo así?
Pero a la vez que es tan claro el objetivo, el camino parece estar lleno de retos.
¿Dónde está ese grupo de donde saldrá el candidato a la Presidencia? ¿Qué papel jugarán sus competidores y correligionarios en el proyecto? ¿Quiénes son los ciudadanos que tendrán lugar en el gabinete en caso de una victoria? No existe certidumbre ni proyecto de país.
Por los menos, desde afuera, nos hacen ver que la estrategia de la oposición todavía no tiene pies ni cabeza y el tiempo se está agotando. Además, que sigue siendo un proyecto donde no todos los que queremos un mejor México tenemos cabida. Es hora de que se pongan de acuerdo por el bien del país.
*Maestro en Administración Pública por la Universidad de Harvard y profesor en la Universidad Panamericana
Twitter: @ralexandermp
