Gobierno militar

El presupuesto de la Sedena y de la Semar para 2023 será de cerca de 152 mil millones de pesos. Mientras que el gasto del sector de salud es de 200 mmdp.

Muchas voces insisten en que se exagera. Que no vamos a un militarismo como el venezolano. O a un Chile como el de Pinochet. O a una España como la de Franco, donde la vida civil y la militar se confundían y las decisiones del rumbo del país no se toman por gobiernos elegidos democráticamente, sino en los cuarteles. Dicen que no estamos ahí ni lo vamos a estar.

Pero analizando dichos gobiernos, podemos encontrar similitudes, elementos comunes, que deberían prender las alertas rojas. Algunos de ellos son los siguientes:

Que los militares participen en tareas civiles. En México se han contabilizado cerca de 250 tareas de carácter civil que ahora son llevadas a cabo por las Fuerzas Armadas, desde la construcción de los grandes proyectos de esta administración, pasando por la distribución de medicinas hasta el control de aduanas y puertos fronterizos.

Fortalecimiento presupuestario de las Fuerzas Armadas. El presupuesto de las secretarías de la Defensa y de la Marina para 2023 será de cerca de 152 mil millones de pesos. Por poner un ejemplo, todo el gasto en el sector de salud pública —para toda la población del país— es de cerca de 200 mil millones de pesos.

Que al Ejército no se le apliquen las leyes comunes ni las normas de transparencia en el gasto público. En México tiene su propio fuero y aplica las normas que se le da la gana. Sabemos que a los militares no les gusta hacer licitaciones públicas, sino adjudican directamente y esconden la información bajo pretexto de tratarse de temas de seguridad nacional. No sabemos en qué y cómo se gastan nuestro dinero y a ellos, definitivamente, no les interesa contarlo.

Presencia en las calles en la vida ordinaria. Vemos a los militares en las calles, mezclados con la población, mientras que ellos hablan el lenguaje de las armas. Pero no están mejorando la situación de seguridad —oficialmente vivimos en el gobierno más letal del México moderno— ni en el combate a la corrupción, que es justo lo que justificaría su presencia, sino involucrado en enormes negocios.

Abiertamente apoyan un proyecto político. Ya vimos al general Luis Cresencio Sandoval decir que los que no estamos de acuerdo con este gobierno hacemos “comentarios tendenciosos” generados por “intereses y ambiciones personales”, que causan desunión en los mexicanos. Así de directo el mensaje de la máxima autoridad militar que, sobrepasando cualquier límite, cumple lo que parecería ser el propósito de ese empoderamiento: proteger el proyecto obradorista.

Guarda un cómplice silencio frente al ataque institucional. Los mandos de las Fuerzas Armadas saben que las autoridades civiles se van a ir, mientras ellos, su institución y sus privilegios, continuarán. Por eso guardan un cómplice silencio en el ataque sistemático a las instituciones democráticas y frente al uso faccioso de las instituciones de justicia en contra de opositores. Como escribió Juan Villoro en su novela La Tierra de la Gran Promesa, el problema no es sacar al Ejército de sus cuarteles, lo difícil va a ser regresarlo.

¿Qué va a pasar cuando los mandos civiles les quiten la administración de los aeropuertos o del Tren Maya? ¿Qué va a ocurrir cuando vean amenazados sus privilegios?

En el fondo, el problema no es que nos estemos dirigiendo a un militarismo, sino que ya lo tenemos. Y nunca nos dimos cuenta de cómo llegamos ahí. Mientras tanto, caminamos hacia el despeñadero.

*Maestro en Administración Pública por la Universidad de Harvard y profesor en la Universidad Panamericana.

Twitter: @ralexandermp

Temas: