El odio como discurso

Si ya sabemos que nuestras autoridades no vana actuar en su contra, nos toca a los ciudadanoscancelarlo.

El odio vende. Sirve para mover voluntades. Ayuda a generar una narrativa del “ustedes” contra el “nosotros”.

La historia demuestra que el odio y el miedo han sido el detonante para las mayo­res injusticias de la humanidad. Desde geno­cidios hasta guerras por motivos religiosos. No es en vano que el discurso de los grandes dictadores del mundo ha estado cargado de esos elementos.

Creando enemigos imaginarios, que en realidad sólo son adversarios, es más fácil manipular mediante campañas dirigidas a los sentimientos más básicos del ser humano.

Ejemplifica perfectamen­te lo anterior los esfuerzos de propaganda que el gobierno de Adolfo Hitler llevó a cabo junto con su ideólogo Joseph Goebbels, conocido orador y agitador. “Una mentira repe­tida mil veces se convierte en una verdad”, decía, a la par que emprendía el exterminio de mi­les de personas.

En México estamos cayendo en la misma tragedia. El líder formal del partido oficial, con la venia de su líder real, impulsa una campaña de odio hacia los opositores. Los acusa de “traidores a la patria” y “vendepa­trias” por no someterse a sus deleznables y mezquinos propósitos totalitarios.

Incluso, Mario Delgado, en un acto pú­blico, insistió en convocar a la ciudadanía a acudir a las casas de atención ciudadana de los integrantes de la oposición, en una suerte de apología del delito que recuerda cuando las hordas iban con antorchas a linchar a los rivales en la Revolución Francesa.

Ahora, ese mismo personaje amenaza con someter a un proceso penal a los legis­ladores de los demás partidos políticos, en un país en el que los hechos han demostrado que tenemos un fiscal que responde al Pre­sidente de la República y un Poder Judicial que fácilmente es doblegado.

Desgraciadamente, no es la primera vez que Mario Delgado impulsa, desde su posición de poder, una campaña de odio. En marzo pasado, en una conferencia de prensa, decidió que era buena idea llamar “merce­narios de los medios de comunicación” a los periodistas que atacan “a nuestro movimiento y nuestro Presidente”. Tengan o no razón.

Independientemente de los hechos delic­tivos que, posiblemente, cometió cuando era secretario de Finanzas mientras se construía la fallida Línea 12 del Metro, la lógica diría que quien debería ser procesado por su discurso de odio es justamente Mario Delgado, por incitar a la violencia y transgredir principios democráticos básicos.

Así, sin darnos cuenta, tal como ranas en una olla con agua que se va calentando, llegamos a ese momento donde nuestro go­bierno y sus allegados se sienten legitimados para abiertamente intimidar y amenazar a mexi­canos cuya única falta es pensar diferente al oficialismo.

Esa incitación al odio y al miedo, si bien les funciona para ganar campañas, no puede ser vista como una actitud aceptable en una democracia.

¿Dónde están las condenas a las voces de odio de Mario Delgado? Si ya sabemos que nuestras autoridades no van a actuar en su contra, nos toca a los ciudadanos cancelarlo. Que él y sus allegados sientan la vergüenza de ser ese tipo de mexicanos que tanto daño le hacen a México.

Si queremos tener un mejor país, de­bemos tener claro que en una democracia no existe cabida para ese tipo de actitudes y cualquiera que las promueva —o tolere— debe ser catalogado bajo la sombra de bus­car una dictadura.

*Maestro en Administración Pública

por la Universidad de Harvard

y profesor en la Universidad Panamericana

Twitter: @ralexandermp

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