El lenguaje de las armas
Una vez que logren imponer su ley —ya lo hacen en muchos casos— nos dejarán a su merced.
Quien se humilla para evitar la guerra, se queda con la humillación y con la guerra.
Winston Churchill
Insensata, insensible, incoherente. Sangrienta. Cobarde. Así es la “estrategia” que el presidente López Obrador impulsa en materia de seguridad y combate al crimen organizado. Piensa que dejándolos ser, algún día se va a erradicar la violencia.
Pero el problema es que desde el gobierno de Felipe Calderón no existe estrategia para contener los homicidios y limitar el crecimiento de estos grupos.
No se trata de defender al expresidente, pero hizo lo que tenía que hacer. No existe ninguna otra respuesta lógica. Su correcto diagnóstico es que el crimen organizado estaba infiltrado en varios niveles de gobierno. Que estos grupos controlaban territorios enteros y estaban detrás de alcaldes y gobernadores.
¿Qué caminos había? O hacer como que no existían, lo que implicaba que se siguieran fortaleciendo, o detenerlos y buscar ejercer el Estado de derecho. El primer camino no sólo hubiera sido cobarde, sino que tendríamos hoy un problema mucho mayor.
Decir que la culpa es de Calderón es tan estúpido como culpar a la medicina de la enfermedad. Además, creó un diamante en bruto que era la Policía Federal, la única institución que podía hacer frente al crimen organizado. El presidente López Obrador la destruyó. Tal vez por ignorancia. O por presiones de las Fuerzas Armadas. Tal vez por su acuerdo con los narcotraficantes.
La postura actual es pactar y dejar que se fortalezcan. El resultado, el doble de asesinatos y una tendencia sostenida. Ahora los cárteles se han sofisticado y tienen sus tentáculos en infinidad de negocios legales e ilegales. Y matan a cualquier que se les atraviesa.
En México no podemos salir a la calle de manera segura y los apologistas del régimen aplauden y ríen a carcajadas. Dicen que vamos muy bien. Se justifican. Incluso, el Presidente llamó hipócrita a la Iglesia católica y a la comunidad judía por criticar las timoratas medidas que toma el gobierno frente a los grupos del crimen organizado, cuando lo único que están solicitando es que se ejerza el Estado de derecho.
El presidente López Obrador argumenta que los criminales entienden de diálogo, de la razón. De dejar en paz a los mexicanos que no nos metemos en su negocio. Pero ellos sólo hablan el lenguaje de las armas, de la ley del más fuerte, y la respuesta del estado debe ser proporcional.
Dejar que estos grupos se fortalezcan y dominen sus territorios es una de las ideas más estúpidas que ha tenido este gobierno —y eso que hay tela de donde cortar—. Una vez que logren imponer su ley —ya lo hacen en muchos casos— nos dejarán a su merced.
La razón de existir del Estado, del gobierno, es garantizar seguridad y orden. Y claramente significa un estado fallido el que grupos privados se vuelvan las autoridades de facto.
No podremos vivir en un México en paz, sino hasta que los grupos criminales sepan que existen consecuencias de sus actos y teman al poder del Estado.
Si el presidente López Obrador decide humillarse frente a la delincuencia organizada con el pretexto de evitar la guerra, se quedará con la guerra y con la humillación.
El Estado de derecho no es optativo y debe de ser el principal objetivo que busquen nuestras autoridades. La impunidad nunca puede ser el camino. Pobre México.
*Maestro en Administración Pública
por la Universidad de Harvard
y profesor de Derecho Constitucional en la Universidad
Panamericana.
Twitter: @ralexandermp
