El gran mentiroso
Durante la presente administración surgieron más de 3.8 millones de nuevos pobres.
Todo lo que sale de su boca es una mentira, una falsedad. No tiene ninguna muestra de moralidad, aunque se autocalifica como una autoridad moral. Dijo que buscaba el poder para lograr un cambio, pero realmente lo único que quería era saciar su sed de poder y su arrogancia.
Lo guía el odio a cualquier ser pensante que pueda cuestionar su palabra falsa o que se da cuenta de los engaños que proclama cuando escupe sus dardos envenenados, cuyo único propósito es convencer con sus viles intenciones. Y muchas veces, lo logra.
Manipula con falacias y cuentos. Predica que representa un proyecto de transformación mientras que es un gatopardismo, que las cosas cambien para que continúen igual.
Prácticamente lo que dice despreciar, lo retrata de cuerpo entero. Argumenta que no es corrupto, cuando es el más corrupto. Dice que cumple con la ley mientras que la pisotea en cualquier oportunidad. Se dice demócrata. Que respeta la libertad de expresión. Que le importan los derechos humanos. Pero, eso sí, admira y alaba al gobierno cubano y al venezolano.
Piensa que es un elegido al que no le aplican las reglas y sus acciones deben ser medidas por la “buena voluntad” con la que dice actuar.
Pregona que, primero los pobres, mientras son los más afectados de sus arrebatos y falta de capacidad. Ahí están los números del Coneval. Durante la presente administración surgieron más de 3.8 millones de nuevos pobres.
Prometió que durante su administración se crecería económicamente a cifras de por lo menos el 4% anual, pero no logra consolidar un crecimiento mayor al de los gobiernos que lo precedieron y, aunque algunos incautos se escudan en el pretexto de la pandemia, no se puede negar que durante el primer año de su administración —precovid-19— se tuvo crecimiento negativo y que México ha tenido el peor desempeño de los países de la OCDE en los últimos dos años.
Dijo que tendríamos servicios médicos de salud al nivel de Dinamarca, mientras que bajo su gobierno, el abasto de medicinas cayó más de 10% y ha bajado significativamente de calidad la red de hospitales públicos.
También se atrevió a decir que durante los primeros seis meses de su mandato los homicidios disminuirían a la mitad. Ahora sabemos que, incluso con el pacto con los criminales, estamos frente al sexenio más sangriento del México moderno.
Y, aunque diga que combate la corrupción, la realidad es que su gobierno no sólo no es parte de la solución, sino que es parte del problema. Basta ver los escándalos que siempre lo han rodeado.
Tan grave es el tema que, según la medición de la organización Signos Vitales El Pulso de México, todas las mañanas, el gran mentiroso, resguardado en su Palacio y con los aplausos de sus paleros, miente en promedio 80 veces al día.
Pero su mentira más grande es que dijo que quería pasar a la historia como un “buen presidente”, mientras que ahora sabemos que realmente será recordado como el gran destructor de la democracia mexicana.
Si bien es cierto que siempre hay personas que están dispuestas a escuchar al mesías y a creer en su palabra, poco a poco su acto se va cayendo. Sus mentiras ya no pasan la prueba de la risa.
Por eso, a la oposición nos toca articular de manera coherente y precisa el gran daño que este gobierno le hace a nuestro país, porque ésa es la realidad, y poder plantear una alternativa viable para salir del agujero en el que nos metimos.
*Maestro en Administración Pública
por la Universidad de Harvard
y profesor de Derecho Constitucional
en la Universidad Panamericana.
Twitter: @ralexandermp
