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Después de un año de pandemia

Ricardo Alexander Márquez

Ricardo Alexander Márquez

Disonancias

A veces, parece que fue hace mucho cuando empezó la pandemia. Otras, que apenas fue hace unos días. Como si se hubiera alterado la manera de percibir el paso del tiempo. Tal vez estas 52 semanas sean las más extrañas que le tocará vivir a nuestra generación.

Justo hace un año se escribía, en estas líneas, la columna Coronavirus, lo que se sabe (Excélsior, 29 de enero de 2020). Para ese momento, el conteo oficial era de 10 mil personas infectadas en el mundo y 213 decesos (datos de la Johns Hopkins University). Una semana antes se tenían poco menos de 700 casos comprobados y ningún muerto. Hoy, la pandemia ha cobrado más de dos millones de vidas.

Hace un año, faltaba un mes para que el virus llegara a nuestro país. En esos días, el presidente López Obrador declaraba que México era uno de los más preparados para enfrentar la crisis por covid-19. Luego aseguraría que la pandemia le había caído como anillo al dedo a su Cuarta Transformación.

Hugo López-Gatell, vocero del gobierno en el tema, después de una serie de mensajes confusos y desafortunados —como poner en duda el uso del cubrebocas o decir que el Presidente no tenía fuerza de contagio, sino fuerza moral—, pintaría un escenario catastrófico de 60 mil muertos. Hoy, el conteo oficial es de 155 mil fallecidos, más del doble. Las cifras reales deben ser escandalosas.

México hoy es el tercer país con más muertes por covid-19 a nivel mundial, incluso más que la India, y tenemos el 10% de su población. También es el país con una mayor mortandad de enfermos, con un promedio de 8.5%. Le sigue Perú, con 3.6%.

Hace un año, en esta columna, se escribía que nuestros funcionarios desconocían los temas y negaban la realidad. La historia lo ha confirmado. El negligente 10% experiencia y 90% de incapacidad se traduce en la destrucción de familias, que no sólo han perdido a sus seres queridos, sino que también han quedado en la quiebra intentando ayudarlos.

También se escribía que existía una descoordinación entre los diferentes niveles de gobierno y entre instituciones del mismo orden, y ahora está confirmado. No hay medicinas, no hay camas, no hay ventiladores, no hay oxígeno, no hay información confiable. A los enfermos les dicen que existe disponibilidad en algún hospital y cuando llegan les dicen que están saturados. Muchos se quedan en el camino de encontrar dónde atenderse.

Hace un año todavía no se estaba operando con el Consejo de Salubridad General —previsto en el artículo 73 constitucional—, el cual fue una pieza clave en la reacción que tuvo el gobierno mexicano frente a la propagación de la influenza AH1N1 en abril de 2009. Al día de hoy, si bien está instaurado, no sirve de nada.

A un año, después de miles de muertes que se pudieron haber evitado, cientos de empleos que no se tuvieron que haber perdido y una enorme cantidad de negocios que tuvieron que cerrar sus puertas por falta de apoyo del gobierno, es claro que las cosas se hubieran podido hacer de otra manera y evitar llegar al lugar donde hoy estamos. Y mientras todo esto sucede, el presidente López Obrador sale en la mañanera a presumir sus índices de popularidad. Increíble. Kafkiano.

 

*Maestro en Administración Pública por la Universidad de Harvard y profesor de Derecho Constitucional en la Universidad Panamericana.

 

Twitter: @ralexandermp

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