Deslices dictatoriales

No hay nada que le enoje más al residente del Palacio Nacional que existan organismos autónomos que se atrevan a evidenciar sus mentiras

Muchas cosas que hace cinco años nos parecían impensables, han llegado a pasar desapercibidas el día de hoy. Hemos perdido la capacidad de asombro e indignación ante la manera en que se desarrolla la vida pública nacional.

Ahora es común que la autoridad más importante de México salga todos los días a amenazar —abiertamente— a opositores, empresarios o columnistas que señalan sus prácticas ilegales, y además, no cause sorpresa.

Por poner un ejemplo, hace un par de días atacó a los dueños de los medios de comunicación por “permitir” que existan personas que escriban en sus periódicos en contra del gobierno.

A lo largo de todo el sexenio nos hemos enfrentado con una realidad paralela donde el mandatario, sin ningún empacho, interviene y manipula a los demás Poderes —autónomos—. Los legisladores de su partido son simples levantadores de manos —claramente carecen de capacidad de reflexión— y, ahora que su lacayo no es presidente de la Suprema Corte, amenaza con dinamitarla si no se arrodilla y rinde pleitesía.

No hay nada que le enoje más al residente del Palacio Nacional que existan organismos autónomos que se atrevan a evidenciar sus mentiras o se atraviesen en sus planes, aunque estén haciendo su trabajo. Odia la transparencia y los pesos y contrapesos de nuestro sistema democrático. “Al diablo las instituciones”, ha dicho.

El diccionario de la Real Academia Española define el concepto de dictadura como “3. f. Gobierno que, bajo condiciones excepcionales, prescinde de una parte, mayor o menor, del ordenamiento jurídico para ejercer la autoridad en un país. 4. f. Gobierno que en un país impone su autoridad violando la legislación anteriormente vigente”.

Para abundar en el concepto, varias fuentes coinciden en que un gobierno dictatorial se caracteriza por los siguientes elementos: 1. Poder político absoluto e ilimitado en manos de un único individuo. 2. Manejo autoritario de los Poderes del Estado. 3. Anulación o disolución de las instituciones democráticas. 4. Pérdida del Estado de derecho. En todos cabe la Cuarta Transformación.

Si a los puntos anteriores le sumamos las facultades metaconstitucionales y reverencias que se tienen con los militares, al mero estilo venezolano o cubano —que, por cierto, nuestro prócer abiertamente admira—, nos encontramos en un claro y evidente camino equivocado. No nos debería existir duda.

Hemos llegado a un momento en el México contemporáneo en donde nuestro gobierno utiliza y dobla las leyes a su antojo. No hay impedimento para su creativo destructor, ni siquiera la Constitución que juró guardar y hacer guardar. “No me vengan con que la ley es la ley”.

Entonces la pregunta es, si tiene pico, plumas y grazna, ¿no se trata de un ganso? ¿Por qué gran parte de los mexicanos deciden voltear hacia otro lado?

Dejemos de normalizar los deslices dictatoriales de nuestro gobierno y pongámosle un freno. Ningún mexicano con dos dedos de frente debería permitirlo y aceptarlo. Antes de que sea demasiado tarde.

*Maestro en Administración Pública  por la Universidad de Harvard y profesor de Derecho Constitucional en la Universidad  Panamericana.

Twitter: @ralexandermp

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