Defensa Corp.
Ahí están las arcas federales que se alimentan con nuestros impuestos para seguir aportando a la riqueza de los militares.
No es muy clara la razón. Una posibilidad es que tal vez el Presidente piensa que los militares lo van a proteger en el futuro y por eso la deferencia. No solamente les ha dado cientos de millones de pesos para que se encarguen de sus proyectos prioritarios, que se manejan con total opacidad, sino que los ha premiado con la administración de aeropuertos, trenes, hoteles, líneas aéreas y control de aduanas.
Son una especie de concesiones como las que se otorgaron en el tiempo del “neoliberalismo” de Salinas, pero evolucionadas a que ahora se otorgan al margen de la ley y a una organización que tiene el monopolio de las armas.
Ahora realmente nada importante pasa en este país si no es a través de las Fuerzas Armadas que, con nuestros impuestos, se han podido convertir en una de las corporaciones más importantes de México.
Y es una agrupación que ni siquiera tiene que ser redituable, simplemente demostrar lealtad y agradecimiento. Ahí están las arcas federales que se alimentan con nuestros impuestos para seguir aportando a la riqueza de los militares.
Por eso en el presupuesto de egresos 2024 se contempla que las secretarías de la Defensa Nacional y de Marina tendrán un aumento presupuestal para el cierre del sexenio del presidente Andrés Manuel López Obrador de 131.8% y 71.6%, respectivamente, comparado con lo autorizado en 2023, para “echar a andar los proyectos” –que difícilmente podrán ser sostenibles–.
Como la cereza en el pastel, el mandatorio anunció hace algunos días que les regalaba a los militares por las fiestas patrias las casas presidenciales en Acapulco y Cozumel. Para que sus oficiales y sus familias las puedan disfrutar.
El esquema es perfecto y la pinza se cierra con los candados legales y fácticos que se tienen para hacer imposible revisar la manera en que se gastan esos recursos millonarios. Adjudicaciones directas e invitaciones a las tres empresas amigas. La mayoría de los pagos, en efectivo.
Nada importa la Ley de Adquisiciones ni lo que tengan que decir los órganos de transparencia –como el Inai– pues se neutralizan con la venia presidencial. Si queda lugar a duda, basta voltear a ver a David Colmenares, auditor superior de la Federación, que prefiere agazaparse como tortuga y no se atreve a tocar a esta corporación ni con el pétalo de una auditoría.
Resulta interesante ver cómo el escándalo sobre la familia del secretario de la Defensa –que llevaba una vida de completa suntuosidad, incluyendo vuelos privados, viajes y hoteles– fue barrido en un par de días bajo la alfombra.
Fuera de toda lógica, ¿quién hubiera pensado que enlistarse en las filas castrenses sería algo tan lucrativo?
El problema de fondo es que debemos aceptar que nadie podrá llegar a la silla presidencial si amenaza los intereses de una de las corporaciones más lucrativos de México.
*Maestro en Administración Pública por la Universidad de Harvard y profesor en la Universidad Panamericana
