Boxeadora olímpica agredida

Nadie tiene absolutamente ningún derecho de ventilar, comentar o reproducir datos que, quizá, están extraídos ilegalmente de un historial clínico

De manera generalizada, prácticamente todos los medios de comunicación del orbe se han ocupado en alguna medida de un hecho reciente en el box femenil durante los Juegos Olímpicos de París. Una competidora italiana da por terminada una pelea de box debido a que—-según sus palabras— percibió demasiado fuertes los golpes que le propinaba su oponente. Sin entrar en el tema de considerar un “deporte” los encuentros a golpes de dos personas, yo creo que cualquier competidor debe tener el derecho inalienable de rendirse frente a lo que le parece un castigo exagerado, pero a lo que no tiene derecho, bajo ninguna circunstancia, es a especular respecto de las condiciones sanitarias o de sexualidad de su oponente, especialmente si desencadenó una ola interminable de especulaciones acerca de la misma.

Estoy más que sorprendido al contemplar comentarios de periodistas, directores de medios, médicos y médicas de diversas especialidades, exhibiendo lo que parece ser parte de la historia clínica de la competidora en cuestión, sin reparar en lo más elemental de los derechos que tiene cualquier mujer, que es lo relativo a la preservación de la confidencialidad de sus datos.

Nadie de esos personajes tiene absolutamente ningún derecho de ventilar, comentar o reproducir datos que, quizá, están extraídos ilegalmente de su historial clínico. Aquí no cabe argumentar que “tienen sus fuentes”, porque, en todo caso, esas fuentes cometieron faltas graves a la ley y a la ética más elemental. Francamente, me dan ganas de callarlos de la manera más fea que podamos imaginar. Se trata de actitudes detestables y lamentables que los invito a no repetir; reflejan lo peor de ellos y ellas como seres humanos.

Una vez establecido ese lamentable panorama, quisiera señalar que, adicionalmente a lo que se ha comentado, que no voy a repetir por respeto a la competidora, me atrevo a señalar que existen diversas condiciones, a veces sanitarias o a veces por condiciones socioeconómicas de cada persona, que les brinda alguna ventaja en determinados deportes y son tantas circunstancias, en ocasiones tan difíciles de ponderar que no podrían existir los Juegos Olímpicos o competencias deportivas justas jamás.

Como ejemplo, cito la posibilidad que se ha mencionado respecto a un multicampeón de natación que, quizá, presente una enfermedad de la colágena, llamada Síndrome de Marfán. Al margen de la veracidad de la información, cabe la posibilidad de que alguien con ese padecimiento, bajo ciertas condiciones, presente ventajas en alguna rama deportiva, y así podríamos mencionar una cantidad de hechos a veces inconexos que también pueden representar ventaja.

Un niño que ha vivido desde el nacimiento con disponibilidad de caballos de salto para practicar a su antojo, por supuesto que tendrá ventaja frente a un niño de escasos recursos que carece de esos medios.

El deporte jamás será justo, las autoridades deportivas simplemente deben favorecer, en la medida de lo posible, la equidad de las competencias, pero tener tales o cuales cromosomas o algún nivel hormonal ligeramente diferente, no puede ser la base para prohibir participaciones por la simple razón de que eso es discriminación.

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