Tres días sin mañaneras

En la historia de México hemos tenido grandes oradores, desde Jesús Urueta y Luis Cabrera, en el siglo XIX, hasta José Muñoz Cota, Francisco I Madero, Venustiano Carranza y el presidente Adolfo López Mateos.

La palabra hablada es una forma de comunicación, que en los individuos con poder tiene gran importancia, no sólo por lo que dicen, sino por el efecto que sus palabras pueden tener en quienes las escuchan. Los grandes discursos y arengas que recogen los historiadores e investigadores dan cuenta del efecto que aquellas palabras tenían sobre la audiencia y, en más de una vez, un discurso cambió el rumbo de la historia, para bien o para mal.

En la historia de México hemos tenido grandes oradores, desde Jesús Urueta y Luis Cabrera, en el siglo XIX, hasta José Muñoz Cota, Francisco I Madero, Venustiano Carranza y el presidente Adolfo López Mateos.

La oratoria del señor que ya se fue estuvo cargada de violencia y de rencor, de ataques sin cuento a quien disintiera de sus ideas, sobre todo cuando perdió la Presidencia, pero cuando ganó, en 2018, instauró la conferencia matutina diaria —algo que no conocíamos— y nos obligó a escucharlo dos o tres horas diarias, en las que, sin vergüenza alguna, dijo más de diez mil mentiras, negó la realidad porque “tenía otros datos”, no combatió a los delincuentes y los envió a “que los regañe su mamacita” y negó la corrupción que hubo en todos los niveles de gobierno. Y ahora, incapaz de quedarse callado, desde La Chingada ofende a los ciudadanos con un panfleto lleno de rencor y de mentiras, y quiere incluso cambiar la historia; pero como a nadie le interesa, uno de sus secuaces, Adán Augusto López Hernández, tan corrupto como él, gastó una millonada para regalar miles de ejemplares a los seguidores de Morena.

Y cambió el sexenio y la señora Presidenta asumió la primera magistratura con un esquema de comunicación semejante: desde el día primero tuvo a las siete de la mañana su mañanera. Y ahí ha estado, día con día, frente al micrófono que capta sus palabras, sus opiniones, sus dudas, sus regaños, sus rabietas, etcétera; dos y hasta tres horas dura ese espectáculo aderezado por las preguntas “a modo” del inefable Carlos Pozos, Lord Molécula.

¿Cuál ha sido el resultado?, es trise decirlo, pero si las mañaneras de aquel señor eran insufribles, las de la señora Presidenta son lamentables, en cada día se pone en evidencia su incapacidad de gobernar, su negación y debilidad ante los delincuentes y asaltantes, los que cobran “derecho de piso”, los secuestradores y los asesinos de todos los grupos; nunca los atacará, según ella, “porque lo prohíbe la ley” (sic), pero ella gasta millones de pesos en bots, orquestados por Jesús Ramírez, que inundan las redes y la muestran como ejemplo de éxito presidencial.

Durante este año de mañaneras no hemos escuchado nada de la deuda pública (53.6% del PIB), nada del fracaso de Pemex, nada de la criminal corrupción del huachicol, que abarca todos los niveles, nada sobre los desaparecidos, ya que “tal vez ellos decidieron irse solos” (sic), pero sí nos enteramos de que si “consumimos más energía eléctrica, tendremos que pagar más” (sic) y ella se ufana de que en sus viajes este año “dio ocho vueltas a la Tierra” (sic) (fueron 2.6).

Y con motivo de las fiestas de fin de año, la señora Presidenta nos informó que no habría mañaneras los días 24, 25 y 26 de diciembre. Ésa fue una muy buena noticia, ya que ella, los periodistas tempraneros —incluido Lord Molécula— y todos nosotros tuvimos un descanso. 

Por eso me permito hacer una respetuosa propuesta ahora que comenzará el año: señora Presidenta: cancele usted las horas que gasta en las mañaneras y dedíquese desde temprano a gobernar el país, a solucionar los graves problemas que sufrimos y a sacar a México del caos en el que se encuentra

Sin mañaneras no perderemos mucho y ganaremos mucho más.