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¡No usen a los viejitos!

Rafael Álvarez Cordero

Rafael Álvarez Cordero

Viejo, mi querido viejo

 

“La ancianidad merece respeto a toda hora”.

 J. Johns
 

Querido viejo: ¿viste el Grito y el desfile el domingo y el lunes?, creo que para muchos de nosotros ésta es una forma de recordar los más gratos momentos de nuestra infancia, porque entonces no había televisión, no había forma de vivir los acontecimientos nacionales sino asistiendo en persona para verlos. 

Recuerdo la experiencia imborrable de asistir al desfile militar y ver sentado en los hombros de mi papá, la interminable fila de cadetes, soldados, bomberos, aviadores, los gallardos jinetes de corporaciones militares y civiles, los charros, los zacapoaxtlas, los chinacos y tantos, y tantos grupos que mostraban con orgullo sus vistosos atuendos; cañones y tanques, carros de bomberos, ambulancias, aviones que surcaban el aire, qué sé yo, eran horas y horas de desfile entre vítores de todos los asistentes, mientras los vendedores ofrecían refrescos, bocadillos, así como banderas y banderines, matracas y silbatos, tambores y juguetes, inolvidables momentos que esperábamos con ansias cada septiembre.

La costumbre sigue, a lo largo de los años cambia poco, aunque está matizada por los diversos gobiernos que hemos tenido; lo que ocurrió en estos días ha sido memorable, porque el señor Presidente decidió poner su sello personal en todas las celebraciones, lo que no es ni bueno ni malo, así es.

Y vimos que acudió solo al balcón de Palacio y vimos que dio veinte “vivas” a la Independencia, a Miguel Hidalgo, a Morelos, a Josefa Ortiz de Domínguez, a Allende, a Leona Vicario, a las madres y padres de la Patria, a los héroes anónimos, al heroico pueblo de México, a las comunidades indígenas, a la libertad, a la justicia, a la democracia, a la soberanía, a la fraternidad universal, a la paz, a la grandeza cultural de México, y tres veces repitió ¡Viva México!

El entusiasmo fue grande y siguió al día siguiente con el desfile, que antes era militar, pero ahora trae de todo.

Me dio mucho gusto ver que soldados, marinos, bomberos, etcétera, desfilaron como siempre, pero te confieso que sentí muy mal que, para publicitar el programa de Bienestar de las Personas Adultas Mayores, las autoridades hicieran desfilar a los queridos viejos en un camión de carga del Ejército.

¡Qué manera de abusar de su vejez!, ¡qué manera de ignorar la dignidad que merece cada viejo por el sólo hecho de serlo! Me dio mucho coraje y tristeza a la vez, porque esos queridos viejos fueron “invitados” a participar y estoy seguro que si se hubieran negado no recibirían los pesos que reciben cada dos meses; usar así a los queridos viejos merece un reproche y no debe repetirse.

Todo esto se enmarca en algo que te he comentado aquí, querido viejo: todos los gobiernos que hemos tenido consideran a todos los queridos viejos como seres inútiles, incapaces, rémoras de la vida, a los que se les debe tolerar y aguantar, pero nada más y creen, –hoy lo pregonan las autoridades del gobierno–, que con darles unos cuantos pesos cumplen su compromiso con la tercera edad.

Urge que cambie esto, urge que haya protección real a los queridos viejos, que en la calle sean respetados, que en la clínica o en el hospital sean atendidos con prontitud y diligencia, y que el Instituto Nacional de la Senectud tenga fondos para realizar todos los programas que tiene establecidos, pero que no se ejecutan porque no hay dinero.

Y sobre todo ¡que no usen ni abusen de los viejitos!, nunca más.

 

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