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Inventando culpables

Rafael Álvarez Cordero

Rafael Álvarez Cordero

Viejo, mi querido viejo

                Comer es una necesidad,

                comer inteligentemente es un arte

                De la Rochefoucauld

 

En un libro sobre salud pública, que escribió mi padre junto con el doctor Pablo Kuri y otros expertos, se lee: “Sin lugar a dudas, el conocimiento y la educación de los hábitos alimenticios son las mejores armas para prevenir tanto la obesidad como la diabetes”. (Salud Pública y medicina preventiva, 5ª Ed.).

La falta de información y educación en asuntos de salud es uno de los problemas más importantes del mundo, un niño puede saber cómo funciona su computadora, pero ignora la importancia de la alimentación y el ejercicio físico.

Dicho esto, desde hace años se ha intentado hacer algo para controlar la obesidad y la diabetes, y se han realizado foros y congresos; en 2013, las diferencias y pleitos entre Michael Bloomberg y las productoras de refrescos hicieron que éste diera un donativo de 10 millones de dólares en tres años, teóricamente, para apoyar las campañas antiobesidad en México. (New York Times, 28 octubre 2013), pero en lugar de utilizarse para educar a la población se enfocó desde entonces a inventar culpables: los malvados productores de alimentos y bebidas.

A partir de entonces, los únicos responsables fueron los alimentos considerados chatarra —vocablo ofensivo y falso, ya que ningún alimento es chatarra— y por supuesto, se decidió que los alimentos procesados y las bebidas azucaradas eran los culpables de la obesidad y la diabetes.

En esta campaña nunca se han considerado importantes los programas de educación para la salud, la previsión de agua potable en los bebederos de las escuelas y en miles de localidades, donde aún está disponible; en la escuela primaria no existe la materia de Educación para la Salud, de modo que un niño puede saber cuál es la capital de Argentina, pero no cómo debe alimentarse y hacer ejercicio para vivir sano.

Pero la campaña siguió adelante, y en una larguísima y aburrida serie de sesiones en la Secretaría de Economía se analizó el Proyecto de modificación de la Norma Oficial Mexicana NOM-051-SCFI/SSA1-2010, y se aprobó la creación de un etiquetado frontal de color negro para todos los alimentos y bebidas, y yo pregunto, ¿saben los mexicanos qué significa “exceso de grasa saturadas”, “exceso de calorías”, o “contiene grasas trans”?, ¿cuántos compradores leen las etiquetas y las entienden?

Tristemente, se pasaron por alto las observaciones de otros países, como Francia, Dinamarca, Australia y Estados Unidos, en donde se confirmó que los etiquetados son inútiles, afectan a los más pobres y tienen efectos ambiguos; y en un amplio análisis en Chile se concluye: “debiera perfeccionarse la información que se entrega a los consumidores y fomentarse políticas públicas más educativas para que sean ellos quienes, responsablemente, asuman las consecuencias de sus decisiones”, (Evaluaciones sobre la Ley de Etiquetado de Alimentos en Chile; a tiempo de incluir mejoraswww.lyd.org 7/12/2018); el nuevo etiquetado tendrá sólo un valor marginal y no disminuirá la obesidad.

Y ahora, con motivo del fracaso monumental en el manejo de la pandemia de covid-19, el doctor López-Gatell —quien en su momento recibía estipendio de la Fundación Bloomberg—, al no poder explicar los lamentables resultados de sus predicciones, vuelve a inventar culpables de la crisis covid-19: ahora son los fabricantes de alimentos y bebidas, incluso usa un adjetivo ofensivo y falaz: “veneno embotellado”, y una vez más pasa por alto los números, que señalan claramente que, sólo la cuarta parte de los muertos por covid (27%), eran obesos.

Y en el colmo del absurdo, en Oaxaca deciden prohibir a los niños comprar golosinas y refrescos, lo que complicará aún más la educación en salud, agravará la situación financiera de miles de expendios, crea una confusión absurda y no servirá de nada; (¿tlayudas sólo para adultos?).

La única solución para comenzar a cambiar el panorama de las enfermedades crónicas es educar, educar, educar; esto solamente lo han hecho algunos países de Europa en el programa EPODE (juntos prevengamos la obesidad infantil) que, uniendo a autoridades, maestros, padres y alumnos y comerciantes pudieron disminuir realmente la obesidad y sus consecuencias.

Declarar culpables a las bebidas y alimentos es tan falso como culpar a las “prácticas neoliberales del pasado” por la catástrofe económica, sanitaria, ecológica y social que enfrentamos hoy.

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