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Vota

Pascal Beltrán del Río

Pascal Beltrán del Río

Bitácora del director

México cumplirá este año dos siglos de elegir a sus representantes mediante el voto. El 25 de noviembre de 1821 –menos de dos meses después de la entrada del Ejército Trigarante en la capital–, los mexicanos fueron convocados a elegir el primer Congreso de la nueva nación. La votación se realizó el 21 de diciembre siguiente. No fue una elección universal, directa y secreta como las de hoy en día, sino censitaria, indirecta y abierta. Tampoco se sufragó por los representantes de manera proporcional a la población, sino por el número de “partidos” (unidades administrativas) de cada provincia.

Esa vez, en la elección primaria, los votantes decidieron la integración de los ayuntamientos y éstos, una vez instalados, designaron, en la elección secundaria, a los electores de partido, quienes, el 14 de enero de 1822, escogieron en las capitales provinciales a los 153 diputados al Congreso.

Encargado de redactar la primera Constitución, éste inició sus funciones en la Catedral Metropolitana el 24 de febrero. Posteriormente, se trasladó al antiguo Colegio Jesuita de San Pedro y San Pablo, donde Agustín de Iturbide fue proclamado emperador el 19 de mayo.

El país mantendría dicho sistema indirecto de votación hasta 1917, cuando la Constitución dio lugar al sufragio como lo conocemos hoy. Y pasarían otros 80 años para que el gobierno en turno dejara de tener injerencia sobre la organización de los comicios.

Como se ve, la democracia en México ha sido producto de una larga evolución. Dicha historia ha tenido dos grandes aciertos: el primero, siempre mirar hacia adelante, buscando mejorarse; y el segundo, pese a intervenciones extranjeras, conflictos internos y crisis económicas, siempre tener un soporte constitucional, lo que ha permitido que las elecciones se celebren en la fecha –o, al menos, el año– que corresponde.

Los mexicanos debemos procurar que eso se mantenga. La evolución constante de nuestra democracia implica nunca dar pasos atrás. Por ejemplo, si hoy contamos con un instituto autónomo que organiza las elecciones, debemos resistir los llamados a volver a los tiempos en que esa tarea recaía en la Secretaría de Gobernación.

Para mantener lo que tenemos y permitir que nuestra democracia siga evolucionando, hay que ir a votar pasado mañana.

Si usted cree que el poder debe limitar al poder, como lo plasmó Montesquieu en El espíritu de las leyes, debe ir a votar.

Si cree que nadie debe detentar un poder absoluto y que tiene que haber contrapesos en la labor del gobernante, debe votar.

Si cree que ser elegido por la ciudadanía no es sinónimo de recibir un premio o un cheque en blanco, sino la asunción de una responsabilidad, debe votar.

Si cree que los gobernantes deben rendir cuentas sobre la manera en que llevan la administración pública, debe votar.

Si usted no está de acuerdo en que el país se maneje de un modo voluntarista, sino que se tome en cuenta la opinión de los ciudadanos –desde los temas más generales hasta los más cercanos–, debe votar.

Si cree que el dinero que usted contribuye a la hacienda pública es de todos y no de los gobernantes, y que éstos deben gastarlo con eficiencia, debe votar.

Si cree que el derecho al voto es la mejor manera que tiene un país para cambiar, porque más vale ir a las urnas que tomar las armas, debe votar.

Si cree que el bienestar de una nación depende de cómo se organicen sus integrantes y no de la suerte o la habilidad de una sola persona, debe votar.

Si cree que la función de un gobierno es facilitar la vida de los gobernados y no tratarlos como súbitos, debe votar. 

Si usted está harto de la inseguridad, debe votar. Si quiere un medio ambiente más sano, debe votar. Si piensa que no deben faltar los medicamentos en los hospitales públicos, debe votar. Si no está de acuerdo en que los gobernantes hagan caravana con el sobrero de usted, debe votar. Si espera que cada año vivamos mejor, debe votar. Si considera que la lucha que han dado miles de personas valerosas para que usted pueda votar, hónrelas haciéndolo.

También podemos pensar en muchas razones para no votar, pero ninguna de ellas le va a gustar.

 

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