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Tiempos de prueba: el éxito coreano

Pascal Beltrán del Río

Pascal Beltrán del Río

Bitácora del director

La pandemia del COVID-19 todavía está en su periodo inicial y es muy temprano para sacar lecciones definitivas sobre por qué golpeó más a unas naciones que a otras.

Sin embargo, ya tenemos suficiente información para concluir que los países que mejor lo han hecho son aquellos cuya estrategia de mitigación de los contagios han incluido pruebas masivas, rastreo de contactos, distanciamiento social y aislamiento de casos confirmados y sospechosos.

Esto, que es algo tan evidente, se sigue negando en México con la convicción de quienes sostenían en la Edad Media que la Tierra era plana.

Entre las naciones exitosas en el manejo de esta contingencia, Corea del Sur es la que más destaca.

Mientras que en Italia —el país más afectado por la pandemia— la tasa de mortalidad del coronavirus es de 9.51%; en España es de 6.7%, y el promedio mundial es de 4.4%, en Corea del Sur es de apenas 1.24% (datos de la Universidad Johns Hopkins, correspondientes al 23 de marzo).

Por ello, en muchos países ya han comenzado a pedir la asesoría de los sudcoreanos.

Pero, ¿en qué se ha basado su éxito? Es necesario decir, primero, que el país asiático tuvo que remontar una ola de contagios. El primer caso se detectó el 20 de enero y para el 29 de febrero ya eran 3 mil 150. Ese último día, la cifra creció 35 por ciento.

El principal brote se dio en Daegu, la tercera ciudad en tamaño del país, con 2.5 millones de habitantes y una densidad de 2 mil 800 personas por kilómetro cuadrado. Ahí se dio el conocido caso de la Paciente 31, una mujer de 61 años de edad que contagió a más de mil personas al no respetar las restricciones de seguridad ya establecidas.

El mismo día que se supo del primer caso, el gobierno sudcoreano encargó la fabricación de equipos de detección de coronavirus. Una semana después, la empresa local Kogene Biotech ya había desarrollado una prueba de PCR (reacción en cadena de polimerasa), que detecta el gen E, común a todos los coronavirus, y el RdRp, específico de éste.

Armadas con esa prueba —a la que luego se sumarían otras tres, fabricadas por las empresas Solgent, Seegene y SD Biosensor—, las autoridades emprendieron una campaña de aplicación masiva.

En total, el país ha llegado a contar con 15 mil 971 equipos, capaces de someter a revisión a 522 mil 770 personas. Al momento de escribir estas líneas, se ha sometido a prueba a 357 mil 896 individuos, un impresionante promedio de 6 mil 921 por millón de habitantes. Para comparar, en México sólo se han realizado pruebas a unas 3 mil 700 personas.

Pero Corea del Sur no se ha detenido ahí. El gobierno urge a los ciudadanos a acudir a hacerse la prueba en caso de tener síntomas. Cámaras térmicas miden la temperatura de las personas en la entrada de edificios. Funcionarios de salud rastrean los contactos de todas las personas que dan positivo y las rutas de transporte que usaron, y avisan mediante mensajes de texto a quienes pudieran encontrarse cerca de casos recién detectados. Las personas sometidas a confinamiento, por ser positivas o sospechosas, son monitoreadas por geolocalización de sus celulares.

Para el 2 de marzo, el crecimiento de casos había bajado drásticamente: 14% ese día, comparado con 34% de aumento la jornada anterior. El martes pasado, el número total de contagiados era de 9 mil 137, apenas cien casos más (1.1%) que un día antes. El total de personas fallecidas era de 126.

No hay duda del éxito que han obtenido los sudcoreanos en su lucha contra el coronavirus. Y aunque ningún país puede decir que ya ganó la guerra, es difícil de entender que las autoridades mexicanas sigan sosteniendo que las pruebas masivas no son la solución.

Ellas han probado ser la clave. Sin saber quién está infectado y qué tanto ha penetrado el coronavirus en el cuerpo social, estaremos dando esta batalla a oscuras.

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