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Magnicidio

Pascal Beltrán del Río

Pascal Beltrán del Río

Bitácora del director

Si se quieren encontrar antecedentes en América Latina al homicidio del presidente haitiano Jovenel Moïse, hay que remontarse seis décadas, al 30 de mayo de 1961, cuando fue asesinado el dictador Rafael Trujillo, en República Dominicana. Por supuesto, hay que considerar la muerte del presidente chileno Salvador Allende, el 11 de septiembre de 1973, pues, aunque oficialmente se trató de un suicidio, su fallecimiento ocurrió en medio del asalto militar al Palacio de la Moneda.

En todo caso, en una región políticamente convulsa como ésta, el deceso de un mandatario en funciones por las balas no ha sido nada común. Eso sí, para la sufrida nación haitiana, demasiado acostumbrada a las tragedias, el magnicidio de ayer parece lo único que le faltaba. Se cuentan 15 desastres naturales en lo que va de este siglo. Apenas en 2010 el país caribeño fue golpeado por un sismo que dejó entre 100 mil y 300 mil muertos y devastó la infraestructura. Pese a la ayuda internacional que ha fluido en años recientes, Haití no ha logrado emerger de la categoría de país más pobre del hemisferio.

Al momento de escribir estas líneas, los hechos que llevaron al homicidio de Moïse no eran del todo claros. Lo que se sabía es que un comando formado por hombres hispanos y angloparlantes –aparentemente mercenarios– penetró de madrugada en su residencia, haciéndose pasar por agentes de la DEA estadunidense, y le dieron muerte.

El asesinato se produjo en un contexto de grave crisis política y aumento de la violencia armada a manos de pandillas que dejó un centenar de muertos el mes pasado. Apenas el lunes 5, Moïse había nombrado a un nuevo primer ministro, el sexto en su periodo, que, por cierto, había fenecido formalmente el 7 de febrero de este año.

Elegido presidente en 2017, Moïse sucedió a Michel Martelly, quien a su vez recibió el poder de René Préval. Luego de la dictadura de los Duvalier, padre e hijo, entre 1957 y 1986, Haití batalló con crear instituciones democráticas. Sus primeras elecciones de ese periodo, las de 1988, llevaron a un golpe militar y a los regímenes de facto de los neoduvalieristas Henri Namphy, Prosper Avril y Hérard Abraham. En 1991, luego de una serie de conversaciones auspiciadas por Estados Unidos, fue elegido el sacerdote Jean-Bertrand Aristide, derrocado al año siguiente y reinstalado por Washington mediante una intervención militar en 1993. Reelegido en 2001, Aristide cayó de la gracia de sus protectores internacionales cuando se acercó a la Cuba de Fidel Castro y luego enfrentó una resistencia política y armada que lo hizo huir a África en 2004.

Con Préval y Martelly, Haití logró encadenar dos presidencias elegidas democráticamente. Martelly impulsó al hoy asesinado gobernante como candidato de su partido político, Tèt Kale, y Moïse accedió al poder en unas elecciones consideradas fraudulentas, que tardaron más de un año en resolverse.

Con el deterioro de la situación económica del país en 2019 y el surgimiento de protestas masivas y violencia callejera, las elecciones legislativas de 2019 se suspendieron. El presidente gobernaba por decreto desde enero de 2020. El 27 de junio pasado debió celebrarse un referéndum para aprobar una nueva constitución, promovida por Moïse –y que daría a éste nuevos poderes–, pero, a causa de la pandemia, la consulta se había reprogramado para septiembre.

Por desgracia, los pequeños pasos que Haití había dado, entre 2006 y 2016, hacia la institucionalidad política y la normalidad democrática, han dado un gigantesco salto en reversa.

“Nuestro país está sentado en un barril de pólvora”, lamentó el músico haitiano Amos Coulanges, en declaraciones hechas a la televisión francesa. “Va a volar, pero no se sabe cuándo”.

 

 

BUSCAPIÉS

El martes, en su conferencia mañanera, el presidente Andrés Manuel López Obrador dijo que propondría se otorgue el Premio Nobel a los científicos que crearon las vacunas contra el covid. Si se refería al Nobel de Medicina –como el que se otorgó en 1954 a los desarrolladores de la vacuna contra la polio–, lo informaron mal. Para poder presentarla hay que ser parte de un grupo selecto de nominación, compuesto por especialistas, definido claramente en los estatutos de la Fundación Nobel.

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