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Del campo al sicariato: el origen de El Maestrín

Pascal Beltrán del Río

Pascal Beltrán del Río

Bitácora del director

Cuando los adolescentes veían venir las camionetas Silverado, sabían que ganarían unas monedas. El trabajo que esos hombres les pedían era en realidad sencillo y hasta divertido. Sólo tenían que zambullirse en las aguas tranquilas del río Moctezuma, recuperar unos paquetes que flotaban y llevarlos a la orilla.

La vida en Tanquián, municipio de la Huasteca Potosina, no daba para soñar mucho. Por eso, en cuanto terminaban sus estudios en la secundaria técnica, los jóvenes buscaban salir. Como muchos otros, Édgar Valladares Hernández se fue para la frontera, atraído por las oportunidades de progreso que ofrecía la industria maquiladora en Reynosa.

Años después, Édgar conoció a Osiel Cárdenas, quien, al igual que él, había trabajado en una fábrica, pero ya era una figura en el mundo criminal, con dos detenciones a cuestas. El joven potosino comenzó como mandadero de Osiel y cuando éste tomó el control del Cártel del Golfo se convirtió en uno de sus pistoleros.

Ya metido en esas tareas, Édgar —o Taboada, como lo apodaban en Tanquián— se daría cuenta que de chavo había trabajado para el cártel sin saberlo. Aquellos paquetes que él y sus amigos sacaban del río eran bultos de cocaína lanzados desde una avioneta para luego ser transportados en lanchas rápidas por el Pánuco hasta Tampico.

Capturado Osiel Cárdenas, Valladares siguió trabajando para el grupo. En sus ocasionales vueltas al pueblo, contaba sus aventuras en la maña, como aquel día que participó en el asesinato del cantante sonorense Valentín Elizalde, El Gallo de Oro, el 25 de noviembre de 2006, cuando éste salía de una presentación en el palenque de Reynosa.

Los Zetas, el grupo de protección que Osiel Cárdenas había llevado al Cártel del Golfo y que crearía su propio imperio, estaban sentando sus reales en la Huasteca. En 2011 detendrían en San Luis Potosí a tres paganóminas del grupo, quienes estaban en posesión de diversos paquetes con dinero en efectivo. Uno de ellos estaba rotulado para Tanquián.

Una década después, los remanentes de Los Zetas, ahora llamados Vieja Escuela, siguen posesionados de la región suroriental del estado, colindante con Hidalgo y Veracruz. Esto, de acuerdo con una lámina que, aparentemente por error, se proyectó en la conferencia mañanera del presidente López Obrador del 6 de marzo pasado, durante la presentación que realizaba el secretario de Marina, José Rafael Ojeda.

En la madrugada del 27 de julio pasado, se descubrió una camioneta Dodge Ram color verde abandonada sobre la carretera Matamoros-Reynosa. En su interior estaban los cuerpos de Édgar Valladares y un guardaespaldas apodado El Vale. Ambos estaban severamente golpeados.

Días antes, Valladares había sido señalado por uno de los participantes en la masacre de 15 civiles al azar en Reynosa, ocurrida el 19 de junio, como quien había ordenado ese espantoso acto para “calentarle la plaza” a Los Metros, uno de los grupos en los que se fragmentó el cártel. Ahora apodado El Maestrín, Valladares era quien lideraba a Los Escorpiones, el brazo armado de Los Ciclones, rival encarnizado de Los Metros, ambos fundados por sendos hermanos de Osiel Cárdenas, Homero y Antonio.

Información policiaca señala que justo un mes después de la masacre, hubo una cumbre de grupos criminales en Tamaulipas, a la que asistieron los líderes de Los Ciclones, Alfredo Cárdenas, El Contador —sobrino de Osiel—, y de Los Metros, César Morfín, El Primito. Ambos firmaron un “acuerdo de paz” que fue comunicado mediante mantas colgadas en distintos puntos de Tamaulipas y de la Huasteca Potosina.

La negociación habría incluido la sentencia de muerte para Valladares, quien, según esta versión, fue convocado a una reunión por parte de un enviado de El Contador, de quien aquél no desconfiaba. Allí fue desarmado, golpeado y asesinado.

Así terminó la historia de Édgar, un sencillo huasteco, que, como otros, dejó el pueblo para buscar suerte en la frontera y acabó siendo protagonista de una historia de terror.

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