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Fantasmas de Palacio

Pascal Beltrán del Río

Pascal Beltrán del Río

Bitácora del director

Como pez en el agua se le siente a José Antonio Meade en el despacho del secretario de Hacienda, en la esquina norponiente de Palacio Nacional.

Conoce cada rincón del recinto, que ha frecuentado desde niño. Una escultura de su abuelo, José Kuri Breña, descansa en la mesa de café de la sala de estar. En la planta baja está el salón de los retratos de quienes han sido titulares de la dependencia, fundado por él.

Llega a la entrevista en mangas de camisa, sin gran despliegue de asesores. Se nota que le gusta relatar la historia de este lugar, que ha albergado las oficinas centrales de la SHCP desde el siglo XIX.

Él mismo sirve de elevadorista en la apretada jaula de hierro que conecta los tres niveles y pasa por el comedor institucional, bautizado con el nombre de Eduardo Suárez, uno de los pocos hombres que –como él– han repetido como secretario de Hacienda en un sexenio consecutivo.

Durante la conversación que usted puede leer en estas mismas páginas, Meade defiende su condición de líbero en el gabinete del presidente Enrique Peña Nieto, en el que ha ocupado ya tres posiciones: Relaciones Exteriores, Desarrollo Social y, ahora, Hacienda.

Es como si en un equipo de futbol alguien jugara de defensa, medio y delantero durante una misma temporada. 

Argumenta que la naturaleza del servicio público hace necesaria y posible tal versatilidad. Uno siempre tiene que estar dispuesto a servir en el lugar donde lo coloquen, agrega.

Meade es un funcionario público sin militancia partidista a quien el futurismo político ha insistido en colocar en la carrera presidencial de 2018.

Cuando abordo el tema, él le entra sin entusiasmo, pero tampoco con fastidio.

Asegura que es hombre del aquí y ahora y nada lo distrae. Que vive en 2016, no en 2018. Le replico que esa parece una forma de evadir la pregunta, pero él sostiene que no tiene sentido adelantar los tiempos con la gran cantidad de sorpresas que acechan en el camino a quien lo hace.

Concluida la conversación formal invita a los reporteros de Excélsior a recorrer otras partes del ala de Hacienda de la sede del Ejecutivo.

Caminamos por la galería del Palacio, donde está montada la exposición Arte para la Nación, que reúne 208 obras de 104 artistas, tanto nacionales como de extranjeros radicados en México, una pequeña muestra del acervo del programa Pago en Especie de la Secretaría de Hacienda y Crédito Público.

Va como guía, observado por sorprendidos visitantes, citando de memoria las características de cada pieza con que nos atravesamos.

Luego nos dirigimos a los Patios Marianos, por la Escalera de la Emperatriz, por cuyos escalones arrastraron cañones para probar a Carlota que la estructura era suficientemente sólida.

En el segundo de esos patios hay tres nichos vacíos, listos para colocarles sendos bustos de exsecretarios de Hacienda cuya memoria valga la pena honrar de esa manera.

Tendrían que ser equivalentes a Matías Romero, Luis Cabrera y Guillermo Prieto, cuyos bustos adornan el primer patio, me dice Meade cuando le pregunto quiénes serían sus candidatos. Y tendría que haber pasado un tiempo suficiente después de haber sido secretarios.

“Yo creo que ahí debieran estar los bustos de Eduardo Suárez, Antonio Ortiz Mena y David Ibarra Muñoz”, responde, después de unos segundos.

Le pregunto por Ibarra, el decano de los exsecretarios del ramo, quien quizá no está entre los favoritos de los ortodoxos de Hacienda.

“Es el creador de nuestro sistema fiscal, sería un homenaje más que merecido”, afirma.

De salida, se detiene frente a un retrato en óleo de El Nigromante, una pintura que tiene la fama de contener un fantasma que deambula en las noches por los pasillos de Palacio.

Como usted puede leer, en ningún momento de la entrevista Meade muestra temor alguno por los riesgos que parece enfrentar la economía nacional. En sus palabras, todo parece manejable.

Sin embargo, al fantasma de “la niña de los dulces”, que según la leyenda, sale por debajo de un sillón pintado en el cuadro, el secretario no le tiene miedo sino lo que le sigue.

“Yo nunca me quedé aquí a solas de noche”, cuenta sobre su primera estancia en Hacienda.

“Y cuando era hora de retirarse, salía más rápido que Usain Bolt.”               

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