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Tiempos de transición

Opinión del experto nacional

Opinión del experto nacional

 

Por Luis Maldonado Venegas


La semana anterior, el jueves 7 del mes en curso para ser precisos, se cumplieron 541 años del nacimiento del pensador, teólogo, político, poeta, traductor, humanista y escritor londinense Thomas More, cuyo nombre castellanizado llegó hasta nosotros como Tomás Moro, a la par de que su mejor obra literaria, Utopía, fue publicada en 1516.

Es pertinente referir aquí que 16 años después, en edición póstuma que algunos ubican en 1531, otros al año siguiente, 1532, el genio florentino Niccolò di Bernardo dei Machiavelli, castellanizado igualmente como Nicolás Maquiavelo, lega a la historia un tratado excepcional considerado la antítesis o distopía de Moro: El Príncipe, y el acuñamiento de la llamada “razón de Estado”. Es oportuno el señalamiento porque entre las dos grandes obras citadas, Utopía y El Príncipe, los expertos encuentran el vínculo, el eje rector de la teoría moderna de la política.

El Príncipe fue escrito en 1513 para Lorenzo de Médicis, El Magnífico, con reflexiones y consejos sobre el arte de conquistar y conservar el poder. Podría decirse que ha sido lectura obligada para políticos y estadistas interesados en el uso del poder en el curso de la historia. El sitio de internet El Resumen.com refiere en una síntesis: “Con un conocimiento magistral de los hombres, Maquiavelo dirige al príncipe consejos sobre el comportamiento en cada una de las situaciones en las que se puede encontrar. Sus ideas políticas y militares acerca de cómo se adquieren los principados, cómo se mantienen y por qué se pierden son siempre concretas y de una claridad y contundencia admirables”.

Tomás Moro fue venerado por los católicos como un santo porque se declaró enemigo de la reforma protestante; ante el surgimiento de la Iglesia anglicana se opuso al divorcio del rey Enrique VIII de la reina Catalina de Aragón y no aceptó el Acta de Supremacía que declaraba al soberano líder de esta nueva Iglesia.

En Utopía relata la vida y organización de una sociedad ideal, asentada en una isla de América del Sur, pero escribe la obra cuando la monarquía inglesa vive señalada por el rechazo popular a un sistema de explotación feudal y voracidad mercantilista. Influyente en el ámbito intelectual y académico, pronto es visto como una amenaza a la corona. Incluso Moro recurre a una estratagema para escribir el libro: lo hace aparecer como el resultado de una entrevista a un viajero que viene de las tierras americanas recién descubiertas, particularmente de una isla maravillosa (Utopía), cuyos habitantes disfrutan de bienestar en vida comunitaria, y en la que todos los bienes son compartidos por la gente.

Cito un pasaje del libro de Tomás Moro:

“Así, cuando miro esas repúblicas que hoy día florecen por todas partes no veo en ellas —¡Dios me perdone!—, sino la conjura de los ricos para procurarse sus propias comodidades en nombre de la república. Imaginan e inventan toda suerte de artificios para conservar, sin miedo a perderlas, todas las cosas de que se han apropiado con malas artes, y también para abusar de los pobres pagándoles por su trabajo tan poco dinero como pueden. Y cuando los ricos han decretado que tales invenciones se lleven a efecto en beneficio de la comunidad, es decir, también de los pobres, enseguida se convierten en leyes”.

Naturalmente, Moro y Maquiavelo no han sido los únicos en escribir sobre los temas descritos en Utopía y El Príncipe. Antes y después que ellos, diversos autores han expuesto escenarios políticos y sociales de su época, desde Platón en La República (380 a.C.) y San Agustín de Hipona en La ciudad de Dios (412-426 d.C.) o Thomas Hobbes en Leviatán (1651); ya entrado el siglo XX, Una utopía moderna (1905), de Herbert George Wells; Un mundo feliz (1932), de Aldous Huxley, y 1984, de George Orwell (1948), entre muchos otros.

Estoy seguro de que la lectura de estos y otros muchos libros estimulan reflexiones importantes sobre los tiempos de transición que vive hoy nuestro país y sobre la participación en ellos de la sociedad, la política, los políticos y los gobernantes.

Permítame el lector concluir con un párrafo de Nocturno de la democracia mexicana, libro reciente del escritor, periodista y editor quintanarroense Héctor Aguilar Camín:

“Los políticos existen para arreglar los pleitos de su sociedad. Ésa es su razón de ser. Son, deberían ser, intermediarios y representantes de los intereses encontrados, naturales en toda sociedad. Su tarea es que las diferencias no se desborden, sino que se resuelvan pacíficamente, por medio de la ley, la negociación, el diálogo y la acción de la autoridad”.

*Presidente de la Academia Nacional de Historia y Geografía de la UNAM.

 

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