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Nueva relación bilateral: México-Estados Unidos

Opinión del experto nacional

Opinión del experto nacional

Por Fadlala Akabani

En medio de una circunstancia inédita, tras los hechos ocurridos en el Capitolio el 6 de enero, y con una sociedad polarizada, Joe Biden tomó posesión como Presidente de Estados Unidos la semana pasada.

Prácticamente cualquier país puede enfrentar consecuencias políticas y económicas que dependerán en gran medida de su relación con Washington, México no es la excepción.

Lazos históricos, 3,170 kilómetros de territorio colindante y la frontera terrestre más transitada del mundo, que hasta antes de la pandemia era cruzada por alrededor de un millón de personas cada día, han hecho de la integración cultural entre ambas naciones un hecho innegable.

Respecto a la relación comercial, durante el 2019 y hasta agosto de 2020, nuestro país se ubicó como el principal socio de Estados Unidos, es decir, 20 meses consecutivos de representar alrededor de 15% del total de su intercambio comercial. De enero a noviembre de 2020, el comercio entre ambas naciones rebasó los 488 mil millones de dólares y fue desplazado al segundo lugar detrás de China, cuyo valor de intercambio estuvo por encima de los 503 mil millones de dólares en el mismo periodo.

El intercambio comercial entre nuestro país y la primera potencia económica del mundo es clave para nuestro desarrollo económico; podemos decir que la mayor parte del PIB mexicano, alrededor de 78%, proviene del comercio exterior y, a su vez, el 77% de las exportaciones mexicanas tienen por destino el mercado estadunidense.

La relevancia global de esta relación obliga al gobierno de México a mantener contacto diplomático sin que ello implique la subordinación que durante 30 años de neoliberalismo se dio ante los dictados de Washington.

A cambio de obediencia, el régimen político mexicano contó con la anuencia bipartidista, republicana y demócrata, quienes nunca denunciaron dos fraudes electorales, 1988 y 2006, o la violencia producto de la guerra de Calderón.

En México no importaban ni la calidad de la democracia ni el respeto a los derechos humanos, argumentos con los que se suele justificar la injerencia de Estados Unidos en países latinoamericanos donde los gobiernos les son incómodos.

En nuestro país lo que importaba era que se siguiera el dogma neoliberal, el desmantelamiento de la industria nacional privada y estatal, la pérdida de derechos laborales, el caos social por medio de la guerra y la entrega formal de recursos energéticos.

A pesar de recibir un país lastimado, con instituciones profundamente desprestigiadas, como la Presidencia de la República, otrora ocupada por un titubeante y nervioso Peña Nieto a quien Donald Trump se dirigía como “Henry” en sus conversaciones telefónicas, López Obrador obtuvo, con su contundente victoria electoral, un respeto real, más allá del protocolo, hasta entonces inexistente para la investidura presidencial y el gobierno de México, lo que le permitió perfilar una posición soberana sin perder relación con un socio estratégico.

Ante otro pronóstico fallido, el que auguraba una mala relación entre los mandatarios, la minoría derrotada y sus más orgánicos intelectuales comenzaron a tomar partido antes, durante y después de la elección en favor del hoy presidente Biden.

De una manera muy ingenua y con el único afán de golpear a la 4T, han reclamado al Presidente de México un anticipado reconocimiento a Biden que ni siquiera había otorgado el propio Colegio Electoral y vuelven a apostar por un desencuentro entre ambos gobernantes.

Se van a quedar con las ganas de pleito, porque al Poder Ejecutivo lo encabeza un verdadero estadista, digno representante de la libertad y dignidad del pueblo mexicano. Un político que entiende que hacemos política precisamente para no hacer la guerra, como él mismo lo expresó esta semana.

Para desdicha de eso que se hace llamar oposición, el Presidente de México ya ha tenido contacto telefónico con el presidente Joe Biden. El resultado de la comunicación, en términos de una nota oficial de la Casa Blanca, fue el acuerdo en cooperación bilateral y coordinación de temas regionales como la pandemia, así como la coincidencia en resolver las raíces del fenómeno migratorio.

Por su parte, el Presidente de México ha anunciado el compromiso que asumió Joe Biden por destinar 4 mil millones de dólares para incentivar el desarrollo en Centroamérica, así como una reforma migratoria que reconocería la ciudadanía estadunidense a casi 8 millones de inmigrantes de origen latino.

Me permito aclararlo, pues no se ha entendido: en efecto, existen nuevos parámetros en la relación México-Estados Unidos, sin embargo, no los trajo la llegada de Joe Biden al poder, sino el contar con un jefe de Estado de la talla de Andrés Manuel López Obrador, quien ha cambiado la relación de subordinación por una de cooperación para el desarrollo.

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