Banana Republic, expolio imperial en Centroamérica y el Caribe

La UFCO creció gracias a la explotación de trabajadores, sueldos paupérrimos y condiciones extenuantes.

Por Fadlala Akabani / Analista

Acuñado por el escritor norteamericano O. Henry en su libro (1904) Cabbages and Kings, Repollos y Reyes, en referencia a la ficticia nación de Anchuria en América Central, el concepto Banana Republic ilustra un país de incipiente organización política, economía dependiente de la exportación agrícola y sometido al expolio de intereses económicos extranjeros; originalmente basado en la Honduras de principios del Siglo XX.

Además de Honduras, la United Fruit Company (UFCO), corporativo agroindustrial de capital estadunidense, poseía grandes extensiones de tierra que dedicaba al cultivo de bananos en Belice, Costa Rica, El Salvador, Guatemala, Jamaica, Panamá y Colombia. Por su capacidad productiva y peso económico, “la Yunai” —como le llamaban sus trabajadores— contaba con una omnipresencia asfixiante en la política caribeña y centroamericana.

Al comienzo de los años 1900, la UFCO se vio beneficiada por la política del “Big Stick” o Gran Garrote de Theodore Roosevelt, vigésimo sexto presidente de Estados Unidos. El Big Stick consistía en imponer a sangre y fuego los intereses de las compañías norteamericanas en Centroamérica con el objetivo final de asegurar la construcción del canal interoceánico. Su punto álgido fue la incursión militar (1903) para apoyar la independencia de Panamá, hasta entonces un departamento de Colombia. La intervención era motivo de orgullo para Roosevelt, patente en su célebre declaración: “I took Panama”.

El sometimiento de los gobiernos a los intereses de la United Fruit Company produjo tragedias como la Masacre de las Bananeras (1928) en Colombia. El presidente conservador Miguel Abadía Méndez ordenó al ejército reprimir una huelga que llevaba más de un mes, asesinando a más de mil trabajadores. El Pulpo, como también se conocía a la UFCO, creció en base a su modelo logístico de plantíos cercanos a vías férreas conectadas a puertos, pero, sobre todo, gracias a la explotación de trabajadores, sueldos paupérrimos y condiciones extenuantes.

Hacia la década de 1950, la United Fruit Company ya era poderosa en el lobbying de las altas esferas de Washington. Resultaba difícil distinguir el traslape de intereses económicos comunes entre funcionarios federales y la frutera, especialmente durante la administración (1953-1961) de Dwight D. Eisenhower, quien en su faceta de inversionista poseía acciones de la compañía. Bajo el imperecedero argumento de combatir al comunismo, Eisenhower se aseguró de tirar gobiernos que atentasen contra los intereses de la UFCO y en la región se reprimió incluso la organización obrera y la formación de sindicatos.

El conservadurismo entreguista destaca el liderazgo que la UFCO ejerció en el desarrollo de infraestructura ferrocarrilera en países como Guatemala. Sin embargo, el juicio de la historia le condena por su rol activo en el Golpe de Estado (1954) ejecutado por la CIA contra el gobierno de Jacobo Árbenz, que planteó una reforma agraria para recomprar tierra a privados; la UFCO concentró hasta 42% de la tierra en Guatemala. La crisis política tras el golpe derivó en una guerra civil de 36 años que cobró la vida de más de 200 mil guatemaltecos, pero que aseguró los intereses de “la Yunai”.

La última semana de 2025, Donald Trump rompió otra barrera en la escalada de agresiones sobre América Latina; el primer ataque terrestre en territorio venezolano. Desde Caracas se acusa a la ONU por el silencio que ha guardado durante 27 semanas de acoso imperial; el mismo silencio que el mundo ha mantenido ante el genocidio en Palestina y la balcanización de Siria.