Más, mucho más que elecciones
A pesar del perfeccionamiento de los procesos electorales, las democracias latinoamericanas todavía presentan desafíos de fondo
Desde la década de los 90, en América Latina se ha registrado una progresiva institucionalización de las autoridades electorales y una notable mejora en la calidad de los comicios. Hoy, salvo algunas excepciones, los países de la región cuentan con padrones más confiables, jornadas electorales más pacíficas y conteos de votos más transparentes.
¿Qué sucede cuando ampliamos la mirada más allá del proceso electoral? ¿Cuál es la situación actual de la vida democrática en nuestros países? Desafortunadamente, el panorama no es auspicioso. Algunos de los pilares fundamentales del sistema democrático están en franco deterioro. En los últimos años, la región ha experimentado un fuerte retroceso en materia de respeto a los derechos humanos, división y equilibrio de poderes y una acentuada crisis del Estado de derecho.
En 2017, la CIDH advirtió que en varios países de América Latina las crisis políticas, económicas y sociales estaban poniendo en riesgo el pleno goce de los derechos fundamentales (https://www.oas.org/es/cidh/docs/anual/2017/docs/IA2017cap.4A-es.pdf). Adicionalmente, la Comisión señaló que persistían en la región importantes obstáculos para el ejercicio de la libertad de expresión. En su último informe anual, la Relatoría abocada a esta temática reportó numerosos casos de violencia contra periodistas, represión de manifestaciones opositoras, censura, concentración de medios y programas de vigilancia gubernamental (https://www.oas.org/es/cidh/docs/anual/2017/docs/AnexoRELE.pdf).
El sistema republicano de pesos y contrapesos también se ha desvirtuado. Han surgido figuras presidenciales excesivamente fuertes, que logran extender su área de influencia tanto al Poder Legislativo como al Judicial. De esa manera, modifican las reglas del juego (en muchos casos normas constitucionales) para dar curso a ambiciones políticas personales.
La crisis del Estado de derecho se manifiesta como impunidad y corrupción. De acuerdo con el índice de percepción de la corrupción elaborado por Transparencia Internacional (https://www.transparency.org/news/feature/corruption_perceptions_index_2017), en 2017, la mayoría de los países de la región empeoró su situación. Los altos niveles de corrupción están vinculados directamente con la debilidad de nuestro Estado de derecho y con la percepción generalizada de impunidad. Según el estudio realizado por Flores y Nooruddin en Elections in hard times, la razón principal de la insatisfacción con la democracia es el sentimiento de inseguridad física, el aumento de criminalidad y la impotencia frente a la impunidad.
En síntesis, a pesar del perfeccionamiento de los procesos electorales, las democracias latinoamericanas todavía presentan desafíos de fondo. Los déficits institucionales descritos no sólo representan un problema en sí, sino que ponen en riesgo los logros que se han materializado en el plano electoral. El reporte de 2016/17 de LAPOP revela la notable caída de 22% en la confianza en las elecciones en poco más de una década. En 2004, el estudio indicaba que 61.2% de los ciudadanos confiaba en sus elecciones en América Latina y el Caribe. En 2016/17, ese promedio bajó a tan sólo 39.1 por ciento (https://www.vanderbilt.edu/lapop/ab2016/AB2016-17_Comparative_Report_Eng...).
Estos datos ponen en evidencia que, aun cuando los comicios —desde el punto de vista técnico y organizativo— se lleven a cabo de manera adecuada, es imposible que el proceso no se vea afectado en un contexto de vulneración de los derechos humanos, concentración de poder, restricciones a la libertad de expresión y corrupción e impunidad acentuada.
Los síntomas de esta afectación son claros y están presentes en mayor o menor medida en toda la región. Se expresan en el asesinato de candidatos y candidatas, escándalos de corrupción que tienen como eje el financiamiento de campañas políticas, decisiones inexplicables jurídicamente por parte de instituciones de contrapeso poco autónomas y delitos e irregularidades electorales que quedan impunes.
Continuar perfeccionando los procesos electorales, pilar del sistema representativo, es, sin duda, un desafío permanente. Esto debe hacerse al mismo tiempo que se atienden los demás aspectos sustantivos de la vida democrática. En caso contrario, nuestras elecciones iniciarán un rápido deterioro a nivel regional.
* Director del Departamento para la Cooperación y Observación Electoral de la Organización de los Estados Americanos (OEA).
