Los talibanes han capturado el premio económico de Afganistán

Graeme Smith y David Mansfieldc.2021 The New York Times Company Tras su captura de Kabul, los talibanes han tratado de transmitir una sensación de calma. Días después de que las máximas autoridades de Afganistán corrieran a abordar vuelos militares y varios afganos ...

Graeme Smith y David Mansfield

c.2021 The New York Times Company

Tras su captura de Kabul, los talibanes han tratado de transmitir una sensación de calma. Días después de que las máximas autoridades de Afganistán corrieran a abordar vuelos militares y varios afganos desesperados se aferraran al fuselaje de los aviones que despegaban, los talibanes comenzaron a realizar giras de inspección de las instalaciones gubernamentales con total tranquilidad.

¿Cómo planean exactamente los talibanes mantener todos los sistemas en funcionamiento, en uno de los países más pobres del mundo y que depende de más de cuatro mil millones de dólares al año en ayuda oficial y en el que los donantes extranjeros han estado cubriendo 75% del gasto público? La quiebra del Estado ha tentado a algunos donantes de Occidente a pensar que la presión financiera —en forma de amenazas de retener el financiamiento humanitario y para el desarrollo— podría doblegar a los nuevos gobernantes de Afganistán.

Pero esas esperanzas están bastante desubicadas. Incluso antes de su ataque a la capital durante el fin de semana, los talibanes ya habían capturado el verdadero premio económico del país: las rutas comerciales —que incluyen carreteras, puentes y senderos— que sirven como puntos estratégicos de estrangulamiento para el comercio en Asia del Sur. Con el control de estas fuentes de ingresos altamente rentables, y con países vecinos, como China y Pakistán, dispuestos a hacer negocios, los talibanes están sorprendentemente protegidos de las decisiones de los donantes internacionales. El futuro del país es incierto, pero lo más probable es que se desarrolle sin un ejercicio significativo de poder occidental.

Una de las razones por las que los donantes extranjeros exageran su propia importancia en Afganistán es que no comprenden la economía informal y las enormes cantidades de dinero oculto en zonas de guerra. El tráfico de opio, hachís, metanfetaminas no es el comercio más grande que ocurre de manera extraoficial: el verdadero dinero proviene del movimiento ilegal de bienes como combustible e importaciones de consumo. En cantidad y tamaño, la economía informal eclipsa a la ayuda internacional.

Por ejemplo, nuestro estudio de la provincia fronteriza de Nimruz, publicado por el Instituto de Desarrollo de Ultramar, estimó que los impuestos informales (la recaudación de cuotas por personal armado para permitir el paso de mercancía) acumularon cerca de 235 millones de dólares anuales para los talibanes y figuras progobierno. En contraste, la provincia recibió menos de 20 millones de dólares al año en ayuda extranjera.

Nimruz, una provincia del sur en la región central de los simpatizantes de los talibanes, es el tipo de lugar que podría funcionar como la base del razonamiento Talibán sobre el funcionamiento de la economía. Este verano, se dispusieron a tomar el control. En junio, capturaron Ghorghory, el centro administrativo del distrito de Khashrud, seguido de la ciudad de Delaram. Sólo estas dos ciudades podrían reportarles unos 18.6 millones de dólares al año.

Un premio aún mayor fue la aduana en Zaranj, una ciudad fronteriza con Irán y la primera capital de provincia en caer en la ofensiva de agosto. La ciudad proporcionó al gobierno de manera oficial unos 43.2 millones de dólares en aranceles anuales. Nuestro estudio reveló la existencia de una cantidad significativa de actividad comercial no declarada, en particular de combustible, lo que hace que los verdaderos ingresos totales de la actividad fronteriza sean de al menos 176 millones de dólares al año.

El avance de los talibanes puso en un dilema a los países vecinos: podrían continuar comerciando, lo que les daría a los talibanes más poder y legitimidad, o podrían rechazar los ingresos comerciales y aceptar el dolor financiero.

Veamos, por ejemplo, el caso de Irán. Estimamos que los talibanes recaudaron 84 millones de dólares el año pasado a través de impuestos cobrados a los afganos que comercian con Irán, y eso fue antes de que los insurgentes capturaran los tres principales cruces fronterizos de Afganistán con Irán. Teherán, reacio a legitimar a los talibanes, detuvo todas las actividades comerciales con Afganistán a principios de agosto. Pero el imperativo económico de reabrir el tráfico comercial es fuerte.

Las ganancias inesperadas del comercio transfronterizo —un solo cruce fronterizo a Pakistán, capturado en julio, genera decenas de millones de dólares al año en ingresos ilegales— están convirtiendo a los talibanes en importantes figuras del comercio regional.

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