David contra Goliat: Arabia podría perder la partida
Los desencuentros entre Qatar y Arabia Saudita se producen desde hace años, pero no se había llegado a la ruptura de relaciones.
Por Susana Mangana*
La jugada saudita de aislar a Qatar podría concluir de manera diferente a cómo imaginaron Emiratos Árabes Unidos (EAU) y Egipto, los otros dos países relevantes que acompañan al reino de Arabia Saudita en su particular maniobra política en el Golfo Pérsico.
Qatar es un estado pequeño, pero un gigante económico gracias a la explotación del petróleo y del gas licuado, segundo jugador mundial. Además, exhibe el PIB per cápita más alto del planeta (112,000 dólares) y cuenta con un fondo soberano de reservas de 335 billones de dólares, cifra sideral por donde se le mire.
Así pues, Qatar no está solo y los países que ocupan un lugar preponderante en la geopolítica regional, como Turquía e Irán, ya han dado muestras de apoyar al emirato árabe mientras hacen votos porque la mediación kuwaití resulte efectiva y la crisis termine rápido.
El mundo es multipolar y Oriente Medio no es una excepción. Allí compiten hoy tres bloques de poder político que podemos sintetizar así: por un lado, los regímenes árabes tradicionales como las monarquías petroleras y la república de Egipto, dirigida por militares, seguido del bloque chiita liderado por Irán y Estados como Irak y Siria, este último gobernado por una minoría chiita como es la alauí, que a su vez aglutina a actores no estatales como Hezbolá de Líbano o hutíes de Yemen. Por último, vienen los Estados y agrupaciones que defienden un islam político, si no a imitación de la Hermandad Musulmana, al menos próxima en ideología; es el caso de Qatar o Turquía y cofradías islamistas como Hermanos Musulmanes, originario de Egipto y el movimiento de resistencia palestino Hamas, considerado por muchos países una organización terrorista.
Arabia Saudita y EAU creyeron que presionando a su hermano menor y socio en el Consejo de Cooperación del Golfo (CCG), Qatar, podrían obligarlo a ceder y renunciar a políticas que consideran nefastas para sus intereses de supervivencia, especialmente Al Jazeera, la influyente cadena de televisión qatarí que ha revolucionado el mundo de las noticias en voz árabe y otra serie de medios cuya línea editorial no es complaciente con las políticas sauditas o emiratíes, por ejemplo, la guerra en Yemen o los contactos de EAU con lobistas y oficiales israelíes en Washington.
Los desencuentros entre Qatar y Arabia Saudita se producen intermitentemente desde hace años, pero nunca antes se había llegado a la ruptura de relaciones. El cálculo que realizó Arabia Saudita tras la visita de Trump a Riad en mayo pasado puede terminar con el tiro por la culata. El propio Estados Unidos demuestra incoherencias en esta crisis, ya que la Casa Blanca aplaudió el boicot mientras que el Pentágono elogió la estabilidad que Qatar aporta a la región, sin omitir que allí tiene desplegados diez mil efectivos militares en la mayor base aérea estadunidense del área. Incluso en plena crisis firmaron un acuerdo de compra venta por 12 mil millones de dólares de aviones de combate F-15.
Qatar no está dispuesto a claudicar y humillarse y ha optado por nuevas rutas de navegación aérea y marítima. Turquía envía alimentos y despliega tropas en Qatar mientras su ministro de exteriores negocia con sauditas para aplacar ánimos. Entretanto, Irán, archienemigo de sauditas y emiratíes, capitaliza la crisis para seguir arañando cuotas de poder. El conservadurismo férreo de las monarquías petroleras acrecienta el temor a que los ecos de la primavera árabe y las demandas de libertades políticas y civiles los desplace del poder. Por ello, tanto sauditas como israelíes confían en que la presión sobre Qatar logre desplazar a islamistas de Hamas y otras agrupaciones de su cómodo exilio en Doha. No obstante, Qatar no es Gaza y tampoco depende del apoyo saudita como Maldivas o Egipto.
Arabia Saudita sobredimensionó el apoyo del presidente Trump. En un país que prohíbe las apuestas, jugó fuerte, pero quizás pierda esta partida.
*Coordinadora del Programa de Política Internacional, responsable de la Cátedra Permanente de Islam,
Universidad Católica del Uruguay
Twitter: @SusanaMangana
