Golpe de Estado en Venezuela

En México no podemos quedarnos callados, como simples observadores ni permanecer indiferentes ante el lastimoso deterioro del nivel de vida del bravo pueblo venezolano.

“A mi hijo venezolano, que lamentablemente el destino no permitió que estuviera conmigo”.

                Jorge Nuño Jiménez

Hoy amanecimos con una novedad en el continente: un golpe de Estado en Venezuela, que hacía mucho tiempo no sucedía en América Latina.

La sociedad mexicana, con fe plena en la democracia, manifiesta su sorpresa y una preocupación profunda por la lesión a un sistema democrático a través de un latrocinio a las libertades de ese país hermano. Venezuela ha sufrido hambre, en carne propia por los estragos de la ferocidad de un régimen, que ha abandonado los sentimientos más genuinos del equilibrio de Poderes como teoría política. Tres instituciones: una legislativa, otra que aplique las leyes y una tercera que resuelva las controversias para acabar con el despotismo, cuya víctima finalmente son los ciudadanos de un pueblo que no son súbditos, sino titulares originarios de todo poder soberano.

En un sistema democrático el pueblo es el que manda.  El pueblo venezolano ha cifrado su esperanza en la voluntad general plasmada en una Constitución, con principios y normas de equilibrio del poder.  De esta manera defenderá los derechos fundamentales del hombre, recogidos del Leviatán de Hobbes, del ensayo sobre el gobierno civil de Locke y del Espíritu de las Leyes de Montesquieu.

Los principios democráticos anteriores han sido lanzados al basurero de la historia y sólo queda el auténtico y poder originario que es el cuarto poder: el poder ciudadano que ha

salido a las calles a pedir la solidaridad internacional.

En México no podemos quedarnos callados, como simples observadores ni permanecer indiferentes ante el

lastimoso deterioro del nivel de vida institucional del bravo pueblo venezolano que ha lanzado el yunque hace muchos años de la opresión y la esclavitud. En este ambiente han surgido voces de alto nivel, como es el caso del Congreso mexicano, que clama basado en principios de no intervención y autodeterminación haciendo un llamado al diálogo, para restituir la constitucionalidad democrática de ese país, rechazando cualquier disposición que atente contra los principios y los valores de la democracia inscritos en la Carta Democrática de la OEA. La separación de poderes y el respeto irrestricto al Estado de derecho tras las decisiones de ayer del Supremo Tribunal de Justicia de Venezuela, de lesionar a un poder soberano, despojándolo de sus inmunidades parlamentarias, a los diputados de la Asamblea Nacional, violando principios constitucionales  y universales de sistemas democráticos.

A la sociedad mexicana le preocupa solidariamente el agravamiento de la situación para los Venezolanos, en voz del canciller mexicano Luis Videgaray,  quien expresó: “Su profunda preocupación por las recientes decisiones del Tribunal Supremo de Justicia menoscabando a la Asamblea General, que conduce a una situación extraordinariamente delicada en ese país, con fe plena en los valores de una democracia representativa y la división de Poderes”.

La comunidad internacional, a través de los organismos regionales, ha expresado su condena en contra de la decisión de un Tribunal, que sin facultades ha asumido poderes legislativos, sentimientos que se han hecho eco en la sociedad mexicana por atentar contra los principios fundamentales de la democracia y lo han llamado por su nombre: “Esto es un golpe de Estado” y se instituye una dictadura como las que proliferaron en los años 70 y parte de los 80 en el continente.

La serenidad y la templanza deben ser la guía basada en principios de nuestra política exterior de no intervención y autodeterminación, producto de nuestro largo camino en la política

exterior de cooperación continental y anhelos de libertad como fue en su época la Doctrina Calvo, la Doctrina Drago (1902), La Doctrina Estrada, el tratado interamericano de asistencia recíproca, La Carta de Organización de los Estados Americanos (1948) y la Convención sobre Derecho de Asilo (1954).

Es necesario no dar la espalda al pueblo venezolano, porque México cree en los valores de la división de Poderes, principios que han sido atropellados, por lo tanto, es el momento de invocar a las instituciones democráticas interamericanas para que, a través de un diálogo, encuentre una ruta de certidumbre que permita superar esta situación que consideramos sumamente grave y preocupante.

Es fundamental el ejercicio pleno de la democracia para que los problemas internos de un país se resuelvan en forma positiva, mediante un diálogo fructífero y respetuoso, que no profundice la crisis humanitaria y política que hoy sufre y vive, lastimosamente, el pueblo de esa república amiga y admirada en mucho tiempo.

 *Director General,  Centro de Estudios Económicos

                y Sociales del Tercer Mundo A.C.

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