Las “mujeres desagradables” y lo que sigue para ellas

Los comentarios de la campaña de Trump no morirán con un triunfo de Clinton, sino que es muy factible que tengan un efecto dominó negativo.

POR SOFÍA SÁNCHEZ VELASCO*

Donald Trump afirmó en el último debate presidencial del pasado 19 de octubre que nadie respetaba a las mujeres más que él. Sin embargo, durante los últimos minutos del debate, y parado frente a la primera candidata presidencial de uno de los dos partidos importantes de Estados Unidos, decidió llamar a su contrincante “una mujer desagradable” (“such a nasty woman”). El comentario de Trump no solamente evidenció su incoherencia, sino que de una vez por todas sacó a relucir el sexismo que atañe a su campaña, y a una gran parte del electorado estadunidense.

A pesar de que este comentario generó una ola de críticas y de reacciones de todo tipo, tanto de la audiencia como en redes sociales, hay quienes (sorprendentemente) se atrevieron a defenderlo. Un representante republicano de Texas llamado Brian Babin comentó que hay ocasiones en las que a una mujer se le debe “hacer saber cuando está siendo desagradable”; reafirmando así su apoyo al comentario de Donald Trump, y evidenciando su incomodidad con la figura de Clinton, y con lo poco que la misma se ajusta al estereotipo esperado de una mujer. Lo importante y trascendente de ese comentario no recae únicamente en las reacciones post-debate, sino en lo que significa más allá de lo público y lo político, lo que representa para las mujeres en todos los aspectos de la vida diaria. Los comentarios e ideas emanadas de la campaña de Trump no morirán con un triunfo de Clinton, incluso, es muy factible que tengan un efecto dominó negativo en la sociedad estadunidense en años por venir.

Tras el triunfo histórico de Barack Obama en 2008, se hablaba de un Estados Unidos “post-racial”, razón por la cual muchos daban por hecho que las desigualdades entre negros y blancos eran cosa del pasado. La realidad es que el racismo no se redujo durante la Presidencia de Obama, al contrario, se incrementó. En estos últimos ocho años se desataron furias y movimientos raciales que únicamente se multiplicaron y agravaron con el tiempo, situación que representa un reto aún mayor para quien ocupe su puesto a principios de 2017. Un triunfo de Clinton generará sentimientos de júbilo, y simbólicamente será un gran paso rumbo a la equidad de género; aunque bajo el patrón de lo experimentado con Obama en 2008, tampoco sería extraño que el sexismo se intensifique bajo una Presidencia femenina ya que no faltarán aquellos que descalifiquen la desigualdad de género y la cantidad de problemas que resultan del mismo como cuestiones superadas. Los efectos secundarios de esta campaña, en específico aquellos relacionados al sexismo y al racismo sembrados por el candidato republicano, pueden ensuciar el panorama político y social estadunidense por lo menos durante los próximos cuatro años. Es indiscutible que el triunfo de Hillary Clinton el 8 de noviembre representaría un desmantelamiento del techo de cristal, aunque no hay que olvidar que la falta de equidad sigue estando entretejida en lo más profundo de nuestras sociedades, ésa será la cuestión a trabajar. Por lo pronto, y de aquí a la elección, hay que repasar las palabras de la senadora demócrata por Massachusetts, Elizabeth Warren: “Las mujeres desagradables son fuertes. Las mujeres desagradables son inteligentes. Las mujeres desagradables votan”.

* Internacionalista egresada de la Universidad

Iberoamericana en 2015.

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