El ruido y la furia: ¿Se avecina la guerra?

Donald Trump es un provocador, un demagogo cuyo discurso prejuicioso, cargado de xenofobia, excita a quienes habitan en los márgenes del rezago social y económico.

   Es un cuento relatado por un idiota, lleno de ruido y furia, sin significado alguno.

   5 Macbeth, Shakespeare.

Por Boris Berenzon Gorn y Gustavo Garibay*

Decía Octavio Paz que “La resistencia a la verdad no es solamente el fruto de la ignorancia, de la vanidad o de los prejuicios. También nace de la cobardía: la verdad compromete, empuja a la acción”. Por eso mismo no deja de ser trágica la compleja relación de una vecindad inevitable, nuestra ignorancia acerca de Estados Unidos, de su historia política. El presente nos obliga a mirar sin resquemor que todo lo que ocurre más allá del Río Bravo determina el destino de México y que eso nos impone la tarea del análisis para incidir en la construcción de la realidad.

Es posible que desde su independencia y la Guerra de Secesión Estados Unidos atraviese ahora por uno de sus momentos históricos más críticos. Las elecciones que se llevarán a cabo en noviembre próximo van más allá de las candidaturas de Donald Trump y Hillary Clinton, incluso de la competencia entre los partidos Demócrata y Republicano. Luego de los últimos gobiernos, atrapados en promesas incumplidas, la guerra contra el terrorismo y el estancamiento de la economía, el sistema político enfrenta una severa crisis de escepticismo en amplios sectores del país. Esto hizo del electorado, junto al fanatismo, la ignorancia y la pobreza, el capital social de la coyuntura, el combustible de una candidatura cuyo discurso protofascista anuncia con tambores de guerra una nueva época dentro de la política semejante al resurgimiento de los nacionalismos europeos y los movimientos extremistas dentro del Islam. México debe ocuparse, Trump es un mensajero.

De llegar a la Presidencia, Trump es un peligro para México. En su artículo La urgencia de parar a Trump, publicado en Letras Libres (Blog de la redacción; julio 27, 2016), Enrique Krauze plantea que “por increíble que nos parezca, los mexicanos estaremos al borde de una nueva guerra con EU. No hay hipérbole en esto. La primera guerra fue devastadora; la segunda puede volver a serlo. Pero no estamos en un estado de indefensión. Podemos y debemos contribuir a evitarla”.

Nuestra historia nos da cuenta del dramatismo padecido por una guerra unilateral cuando la frontera es de cristal. El fin del conflicto tuvo un elevado costo, pues entre 1846 y 1848, México fue despojado de más del 55% de su territorio (dos millones 100 mil kilómetros cuadrados), formalizado en el Tratado Guadalupe Hidalgo, recibiendo como indemnización 15 mil millones de dólares, la mitad de la oferta de compra antes de la guerra. Esta tragedia subyace en el inconsciente colectivo de los mexicanos. De ahí que nuestro país debe romper su ominoso silencio diplomático, para asumir una postura en el marco de una geopolítica de la que es responsable, como socio comercial y como vecino. En caso contrario, el mutismo del presidente Enrique Peña Nieto será corresponsable moral de aquello imposible que es posible. Esa nueva guerra, dice Krauze: “no será militar: será una guerra comercial, económica, social, étnica, ecológica, estratégica, diplomática y jurídica”.

En El ruido y la furia (en inglés: The Sound and the Fury), publicada en 1929, William Faulkner narra el fin sombrío y decadente del linaje de Los Compson, una familia tradicional del llamado sur profundo (Deep South) de Estados Unidos. Cada uno de los cuatro personajes principales describe y construye desde su percepción la realidad, las causas y consecuencias de su catástrofe. Hay un paralelismo entre la multivocidad que teje la trama en la novela y el momento por el que atraviesa la sociedad estadunidense, cuya narrativa histórica del presente parece desplazarse de manera anacrónica entre los valores del pasado, bajo su mística fundacional (Destino Manifiesto, Declaración de Independencia, Doctrina Monroe) y la impronta liberal, el afán de reinvención y su hegemonía global, la sobrevivencia en su decadencia. ¿Cuál es la idea de futuro que tienen de Estados Unidos como nación los republicanos?

Abraham Lincoln describió a Estados Unidos como “la última y mejor esperanza sobre la faz de la Tierra”. Y tal vez no se equivocó, a lo largo del siglo XX, Estados Unidos fue una nación elogiada por su nivel de vida y avances democráticos que serían inexplicables sin su modelo económico de libre mercado y su política exterior intervencionista. ¿Estaremos presenciando el fin del sueño americano?

En su poderoso discurso, durante la Convención Nacional Demócrata realizada en Filadelfia, Michelle Obama lo dijo bien: “No se confundan, el próximo mes de noviembre cuando vayamos a las urnas, eso es lo que estaremos decidiendo. No demócratas o republicanos, no izquierda o derecha. En éstas y en todas las elecciones se trata de quién tendrá el poder que moldeará las vidas de nuestros hijos durante los cuatro u ocho próximos años”. De eso se trata la responsabilidad en los electores, de mirar a quién se le entregará el poder, es una apuesta al futuro.

Donald Trump es un provocador, un demagogo cuyo discurso prejuicioso, cargado de xenofobia, excita a quienes habitan en los márgenes del rezago social y económico de un país que, es cierto, no alcanza para todos: “Vamos a construir un gran muro fronterizo (con México) para detener la inmigración ilegal, detener las pandillas y la violencia, y detener el paso de las drogas”. Por su parte, Hillary Clinton es la imagen de la experiencia: “No construiremos un muro, sino una economía en la que todo el mundo que quiera un trabajo bien pagado lo tenga. ¡Construiremos un camino hacia la ciudadanía para millones de inmigrantes que ya están contribuyendo a nuestra economía!”

En 1630, el ministro puritano John Cotton escribió que “ninguna nación tiene el derecho de expulsar a otra, si no es por un designio especial del cielo como el que tuvieron los israelitas, a menos que los nativos obraran injustamente con ella. En este caso tendrán derecho a librar, legalmente, una guerra con ellos y a someterlos”. Este pensamiento es una revelación del esencialismo histórico que subyace en la ideología política estadunidense, pues a manera de paradoja, nos recuerda que, en la consciencia de la nación norteamericana, en su memoria colectiva, la inclusión y la segregación constituyen la dialéctica de su proyecto político. ¿Alguna vez Estados Unidos ha sido próspero y exitoso sin la ayuda o sin el sacrificio de los otros? Pluribus unum (de muchos, uno), dice el lema nacional.

Si el futuro es inevitable, entonces hagamos que el despertar no se convierta en una pesadilla.

 *Historiadores.

Temas: