Seamos honestos: La imagen de México y la oportunidad para progresar

México no debe temer un debate más franco sobre sus limitaciones; es esencial y será bien recibido.

Por Duncan wood*

El “problema de imagen” de México es un tema de conversación y de preocupación nacional, resaltado por la campaña electoral estadunidense y la atención internacional sobre derechos humanos y corrupción.

México es visto como un país subdesarrollado, sin garantías para la protección de derechos básicos, donde el Estado de derecho y el debido proceso no son la norma.

El gobierno mexicano decidió lanzar una campaña de relaciones públicas en Estados Unidos para contrarrestar “percepciones erróneas” y enfatizar lo positivo de la relación bilateral, su formidable historial de reformas económicas y el gran potencial de crecimiento. Además, cambiar para siempre actitudes estadunidenses y que México deje de ser “el malo en la película cada cuatro años”.

Pero también juega la autopercepción de un país en crisis existencial que se pregunta “¿quiénes somos?”.

Hace dos años, el entonces diputado Agustín Barrios Gómez convocó a más de 100 expertos nacionales y extranjeros al Foro Imagen México, para discutir la problemática imagen del país. Una conclusión consignó la importancia de reflejar su realidad: una nación de enorme potencial, con grandes avances desde los 80, pero que aún enfrenta grandes desafíos.

El gobierno no debe temer una conversación que lleve a una imagen más balanceada: las cosas están lejos de ser perfectas, pero hay mejoras significativas. Y debe mostrar adelantos en cuanto a corrupción e impunidad.

La segunda conclusión fue que una estrategia de imagen efectiva debe resaltar los avances logrados y aceptar ayuda de la sociedad civil, empresas privadas, gobiernos extranjeros y organizaciones internacionales.

Es obvio que el progreso es una historia convincente y anuncia un futuro brillante. Se ve en la apertura económica de México, su surgimiento como potencia exportadora de manufactura y su dramática modernización desde que el TLCAN entró en vigencia.

Pero el gobierno mexicano apenas empieza a comprender la importancia de una consulta pública significativa.

La Reforma Energética es un ejemplo importante: el diálogo con el sector privado fue esencial para corregir errores en la ley, los términos de regulación y los contratos.

Otro: los debates sobre la ley anticorrupción y la Ley 3de3, donde apoyada por 630 mil firmas la sociedad civil argumentó en el Congreso la obligación de los funcionarios públicos de divulgar su declaración patrimonial, de intereses y fiscal.

Así, México no debe temer un debate más franco sobre sus limitaciones; es esencial y será bien recibido. Colombia, por ejemplo, obtuvo asistencia internacional para abordar sus propios desafíos de gobernanza; su panorama actual dista de ser perfecto, pero su disposición y su capacidad para mostrar avances permitieron la drástica y rápida mejoría de su imagen.

El tema va más allá. Es una prueba de fuego para verificar que México está abierto a su realidad. Su vinculación económica e informática con el mundo está a niveles inimaginables hace 30 años, pero la opacidad y el método de la “caja negra” predominan aún en medios políticos. Hay reticencia para incorporar a la sociedad civil en las discusiones sobre políticas públicas, exponer el funcionamiento de las agencias gubernamentales y aceptar la falibilidad de los legisladores.

El gobierno es el principal responsable, pero ni las empresas ni la sociedad civil han presionado suficiente por una evaluación realista de los problemas del país; están entre el ciego optimismo y el síndrome de Casandra.

La administración de Felipe Calderón (2006-2012) enfatizó la violencia y la delincuencia organizada, y propició la imagen de México como un país de drogas, corrupción, brutalidad y decapitaciones.

El régimen de Enrique Peña Nieto (desde 2012) se fue al otro extremo y buscó esconder los horrores de la guerra contra las drogas, subrayar su agenda de reformas y el progreso económico.

Pero la imagen de México se relaciona con sus avances en áreas como transición democrática, consolidación institucional y gobernabilidad efectiva. Un buen comienzo sería una evaluación más equilibrada y matizada de los retos en este momento.

Lo que el mundo quiere ver —y apoyar— es una constante mejoría hacia un país más pacífico y próspero.

Director del Mexico Institute del Woodrow Wilson Center for International Scholars.

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