Energía Sin Fronteras para Norteamérica

Las empresas de EU generadoras de energía han invertido fuerte en Canadá y ahora las empresas canadienses tienen presencia importante en México.

Manuel Suárez Mier*

Carlos Dade**

Matthew Rooney***

“Días soleados y caminos felices” puede ser la pauta en las relaciones de los países de Norteamérica, gracias a la reciente reunión de los secretarios de energía de la región en la gélida ciudad canadiense de Winnipeg. Aunque, quizá sea prematuro echar las campanas al vuelo, su renovado interés en asegurar que nuestra revolución energética eleve la competitividad global de Norteamérica puede ser un poderoso antídoto para el pesimismo financiero que nos aflige.

La reunión de los secretarios de energía del 12 de febrero, que suele ser una instancia de puro trámite, produjo el compromiso potencialmente crucial de cooperar en materia de innovación energética. Sin embargo, nuestro trabajo como integrantes del Grupo de Estudio para la Competitividad de Norteamérica convocado por el Instituto George W. Bush, nos lleva a pensar que un enfoque más ambicioso generaría mayores beneficios para nuestros tres países.

La importancia de lo que ocurrió –y de lo que no pasó— en Winnipeg, se ubica en tres áreas.

Primero, están los beneficios inmediatos de un nuevo esquema de cooperación  en el desarrollo de energía limpia. Estados Unidos pretende duplicar su gasto en investigación de energía renovable y limpia hasta 12.8 miles de millones de dólares para el año 2020. Canadá y México posiblemente no podrán igualar el elevado monto que los estadunidenses prometen invertir, pero su compromiso de también duplicar su inversión en investigación y desarrollo ayudaría mucho. Por ejemplo, en el caso del gasto en investigación médica, el análisis de un respetado think-tank sugiere que por cada 10 millones adicionales se generan 3.1 patentes de nuevas medicinas producidas por el sector privado, con lo que la inversión adicional planeada por EU de casi 13 mil millones podría generar tres mil nuevas patentes anuales, con la concomitante creación de empleos, inversión y crecimiento económico. Hay que considerar lo que se podría conseguir si Canadá y México elevaran sus respectivas contribuciones, mientras que sus gobiernos consolidan sus esfuerzos para crear un marco legal y regulatorio que construya un mercado regional efectivamente integrado, lo que resultaría en el indiscutible liderazgo global de Norteamérica en tecnología energética.

Éste es el segundo punto de gran importancia de lo anunciado en Winnipeg la semana pasada: somos más fuertes juntos. La batalla para prosperar a partir del desarrollo y venta de nuevas tecnologías para generar energía renovable y limpia, no conlleva una competencia entre Canadá, EU y México, es una confrontación con China, Corea del Sur y los europeos. Éste es un reto en el que nuestra probabilidad de éxito es mayor si trabajamos juntos.

Ya tenemos una economía energética integrada, con un intercambio de casi 170 mil millones de dólares de productos de la industria intercambiados entre nuestras fronteras el año pasado. Las empresas de EU generadoras de energía han invertido fuerte en Canadá desde sus inicios y ahora las empresas canadienses tienen una presencia importante en México. Y a pesar del surgimiento de China como potencia económica, Norteamérica –Canadá, EU y México— prevalecerán como los mercados más importantes para casi todo, desde frutas y verduras, manufacturas y servicios.

Cada día 100 mil personas cruzan la frontera entre Tijuana y San Diego. Otro tanto se mueve entre Detroit y Windsor. Estos cruces representan decenas de miles de empleos en ambos lados de las fronteras y miles de millones en nueva actividad económica. Estamos ligados de tal naturaleza que o tenemos éxito juntos o fracasamos todos.

Todo esto subraya  que lo que no pasó en Winnipeg sea tan desalentador: el compromiso fundamental de los tres secretarios fue sólo el de compartir la información disponible públicamente en temas energéticos, mientras que los compromisos respecto a los niveles de inversión para 2020 son, en el mejor de los casos, buenas intenciones, en especial por el escepticismo prevaleciente sobre cambio climático y energía.

Con todas las innovaciones que han tenido lugar en materia energética en la última década –incluyendo los ocurridos en mayor eficiencia,  energías renovables y en la extracción de fuentes tradicionales— es lamentable que los gobiernos no pongan más atención en cooperar en temas regulatorios. Nuestro grupo de estudio ha identificado un buen número de oportunidades para que el sector privado apoye a los gobiernos con información actualizada sobre nuevas tecnologías, mientras que los gobiernos se han puesto metas para cooperar en regulación en diversas áreas, ¿por qué no en energía?

Sabemos que los secretarios tomaron su reunión de febrero con toda seriedad, pues se encontraron  en Winnipeg, con un frío intenso, y no en Cancún. Esperamos que también adopten niveles comparables de seriedad para asumir el liderazgo que demanda la mayor competitividad de Norteamérica.

*Economista y columnista; México

**Canada West Foundation

***Bush Center, Estados Unidos

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