Cabello platinado de luz
• Andrés Caicedo nació el 29 de septiembre de 1951 y murió el 4 de marzo de 1977• El autor colombiano escribió novela, cuento, teatro y guiones cinematográficos
Soy Andrés Caicedo, nací en Colombia en 1951 y dicen que me suicidé a los 25 años. Hoy sigo mi sombra en una calle oscura que tiene una grieta de luz. Creo que logré ser un escritor, pero el medio fue ambiguo conmigo. ¿Qué es un medio para escribir? Algo así como una pecera en la que se reúnen todos los peces con libros, ya amontonados en su cabeza, y discuten mientras expelen burbujas irisadas, unos fornican en la esquina de la pecera: es como una que ya tuve, en ella vivían dos muñecas sin piernas que escribían en mis sueños. El texto de hoy sábado estaba escondido debajo de mi axila, como una puntita discreta. La lectura de mi cuento En las garras del crimen, décadas después, me ha revelado que hay un ente supremo doble y femenino que domina el Signo y que busca los secretos de las cosas y así las propaga con las voces de algunos elegidos.
Por aquellos días yo me había titulado como licenciado en Filosofía y Letras y decidí poner una oficina para ofrecer mis servicios, que incluían la escritura de novelas. Muy pronto apareció una mujer de cabello platinado, que le cubría la mitad del rostro, y me propuso hacer una novela para su hermana, que yacía en cama desde hacía muchos años. Me contó que la criatura alguna vez se encerró en una habitación durante varios años y escribió más de mil hojas, que con sólo nombrarlas ya son parte de mi cuento En las garras del crimen, la novela inexistente sobre las gemelas y esta nota. Al día siguiente, la mujer me contó otra historia de su hermana y me mostró la mitad de su rostro quemado. Esa visita les había dado un giro a mis planes y escribí una historia de una mujer que conocía de hierbas curativas y que aterrorizaba a su hermana, hasta que lograba quemar su rostro. Cómo es curiosa la vida, al final se presentaron dos mujeres idénticas que en nada coincidían con mis imaginaciones. El manuscrito lo cambié por alcohol.
El Dios de los que imaginan mundos a través del lenguaje son dos mujeres gemelas con pelo platinado que cubre la mitad de sus rostros, su grieta de luz es el cabello que les llega hasta los pies. Algunos creen que chupando el cabello mojado del Signo Supremo, las gemelas, es posible contar cosas que cambien el alma de sus lectores. Quienes cuentan historias son los voceros de ese signo bicéfalo que se aparece en las siestas, en los besos rojos, durante las borracheras, después de leer algo, al caminar, al ver la soledad del otro, al desear algo que nunca se tendrá; es un impulso animal; es un don y un abismo. He conocido seres que huyen del llamado y se aferran al mundo exuberante y carnal, pero se les marchita el cuerpo y los ojos se les opacan. Viven resentidos. En cambio, un escritor que acepta su tarea será recompensado, aunque ese acto de rebeldía le cueste la vida o la errancia eterna en busca de ese Signo femenino y doble. Yo ya llevo mil años queriendo mamar la luz de su cabello platinado. Oigo la voz del gran Signo, que domina todo lo negro que hay en mí, su pelo de luz me alimenta. Soy un niño-anciano especial, soy Andrés Caicedo; por esa razón mis historias revivieron hoy.
Igual que muchos en el siglo XX, no pude escapar a escribir sobre la escritura en mi texto En las garras del crimen, título exacto para hablar de ella, diosa doble. Hace mucho tiempo no veo una película; si alguien quiere ver una conmigo, lo esperaré todas las tardes en el mítico cine de Cali, mi ciudad natal.
