Los placeres cotidianos / 8 de enero de 2025
La película La habitación de al lado, de Pedro Almodóvar, reúne a Tilda Swinton y Julianne Moore.
VOLVIÓ ALMODÓVAR... ¡INMENSO!
El sábado fuimos al cine, esta vez disfrutamos la genialidad de Almodóvar. El Pedro que tantos admiramos —maduro, humanista y existencialista— regresó con toda su fuerza en La habitación de al lado, su primer largometraje en inglés. Basada en la novela Cuál es tu tormento de Sigrid Nunez y galardonada con el León de Oro en el Festival de Venecia, hace olvidar el traspié de Extraña forma de vida, su mediometraje de vaqueros queer.
El filme nos presenta a dos actrices icónicas nacidas en 1960: Tilda Swinton, quien ya había trabajado con Almodóvar en La voz humana, interpreta a Martha, una corresponsal de guerra en fase terminal. Junto a ella, Julianne Moore da vida a Ingrid, una escritora de bestsellers que teme a la muerte y redescubre su amistad con Martha. Esta pareja de actrices es el alma del relato, llevando a la pantalla una historia cargada de melancolía y los dilemas éticos y emocionales que rodean el deseo de Martha de un
final digno.
Aunque la historia se sitúa en EU, fue rodada en España, lo que le otorga un aire estilizado y profundamente europeo. Este detalle enriquece la visión del cineasta y reafirma su mundo cinematográfico, lleno de colores vibrantes y una estética que, lejos de sentirse como un intento forzado de internacionalización, se percibe como una evolución natural. La puesta en escena, impregnada de tonos rojos, verdes, amarillos y púrpuras, convierte a la muerte en una experiencia casi visualmente festiva, recordándonos que incluso en los momentos más oscuros puede haber belleza.
La fotografía de Eduard Grau, conocido por trabajos como A single man, es crucial para transmitir esta visión. Junto con la diseñadora de vestuario Bina Daigeler (Tár, Volver) y el director de arte Gabriel Liste (El laberinto del fauno), Grau crea un entorno que celebra la vida a través de colores y texturas. La película no sólo es visualmente poderosa, también lo es emocionalmente. Almodóvar, como en sus mejores obras, encuentra un delicado equilibrio entre el drama y la comedia, permitiendo que sus personajes transiten entre momentos de profunda reflexión y un humor seco que aligera la carga. Los diálogos son precisos, cargados de ironía y humanidad, evocando lo mejor de cineastas como Woody Allen o John Cassavetes. Cada palabra y cada silencio entre Martha e Ingrid pesan tanto como sus gestos, construyendo una intimidad que atrapa al espectador.
El dilema central —el derecho a decidir cómo y cuándo morir— está planteado con una serenidad y una empatía que solo Almodóvar podría lograr. Martha, con su determinación y franqueza, contrasta con Ingrid, quien oculta sus propios miedos y dudas. Esta tensión culmina en una confrontación significativa cuando Martha revela que otras personas cercanas se negaron a ayudarla. Este conflicto, lejos de dividirlas, fortalece su conexión y subraya el peso del acto de despedirse. A pesar de centrarse en un grupo privilegiado que puede permitirse opciones que muchos no tienen, La habitación de al lado logra universalizar su mensaje. Almodóvar nos invita a reflexionar no sólo sobre la muerte, sino sobre el valor de la amistad, la importancia de la autonomía personal y el poder de las decisiones difíciles. En un mundo donde la muerte suele ser un tabú, el director ofrece una perspectiva profundamente humana, llena de respeto y belleza.
Con La habitación de al lado, Pedro Almodóvar reafirma su lugar como uno de los grandes cineastas de nuestro tiempo. Su habilidad para abordar temas complejos con elegancia y sinceridad nos deja con una película que, lejos de ser un simple relato sobre el final de la vida, es una celebración de lo que significa vivir plenamente. Una obra que invita a pensar, a sentir y, sobre todo, a valorar cada instante que tenemos. Peliculón, coincidimos en decir la Unagi y yo a la salida. Hoy miércoles es buen día para cine y palomitas, la recomiendo.
