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Retroceso autoritario

Martín Espinosa

Martín Espinosa

La “terca realidad” se estrella en estos tiempos en el rostro de la sociedad mexicana para recordarnos que mucho de lo que hoy sucede en la vida pública del país tiene su origen en un sistema político que durante décadas privilegió la simulación en el discurso para hacerle creer al ciudadano que “todo va muy bien” y que la culpa de nuestros problemas es de “otros”.

En las últimas semanas, el debate por la llamada “militarización” de los cuerpos de seguridad del país, fundamentalmente la llamada Guardia Nacional, surgida en este gobierno federal, tiene su origen de tiempo atrás; por lo menos se intensificó hace poco más de 15 años, durante la administración del expanista Felipe Calderón.

Ante esta realidad que prevalece, es obligado el siguiente cuestionamiento: ¿de aquellos años a la fecha ha mejorado la seguridad de los mexicanos?

Evidentemente que no. Hoy, las cifras frías y contundentes muestran que no sólo no ha mejorado aquella situación descrita en su momento por el entonces presidente Calderón: “Llegamos al gobierno y nos dimos cuenta de que había regiones completas del país que estaban bajo el dominio del crimen organizado. Abrimos el cuerpo del enfermo y nos dimos cuenta de que ya estaba infestado por la inseguridad”, diría, para luego argumentar que el Estado tenía que “recuperar su presencia” en aquellas zonas y que por eso se le encargó al Ejército dicha tarea. ¿Y qué sucedió? A casi dos décadas de distancia, esas regiones bajo el dominio de las mafias criminales no sólo no disminuyeron, sino que han aumentado. Nadie, en su sano juicio, podrá argumentar lo contrario. Obvio que no funcionó esa estrategia. Y resulta que hoy nos encontramos en el “mismo punto”.

Para muchos estudiosos del tema, llamar al Ejército para que cumpla labores de vigilancia y garantice la seguridad pública con el argumento de que “se necesita tiempo para capacitar como se debe a los cuerpos policiacos” es una visión equivocada del poder político; es producto de la ignorancia de los gobernantes sobre asuntos de defensa y seguridad, al no saber qué hacer frente al crecimiento y “poderío” de los grupos criminales, producto de la colusión misma de ese “poder político” con los transgresores de la ley.

Hemos llegado a tal nivel de corrupción, que hoy la realidad desmiente cualquier discurso público en el sentido de justificar la presencia de los militares en tareas en las que la sociedad no ha experimentado mejoría alguna. Diversos organismos, tanto nacionales como del extranjero, llevan varios años advirtiendo de los riesgos de militarizar las tareas propias de la policía civil.

Desde que se aceleró la entrega de dichas labores a los soldados aumentaron las denuncias de violación a derechos fundamentales de la sociedad como resultado de su falta de capacitación para esas tareas. Debe quedar claro que el Ejército, de ninguna manera, es “policía” en ninguna democracia.

Es muy probable que las nuevas generaciones no sepan o desconozcan en qué termina un Estado que ya ha sido infiltrado por el narcotráfico y cuyos gobernantes han decidido entregar al Ejército las tareas de la seguridad pública.

 

RELEVOS EN LA CONAGO…

Tal como lo había adelantado hace unas semanas, el nuevo presidente de la Conferencia Nacional de Gobernadores, el oaxaqueño Alejandro Murat, coordinó a principios de esta semana la reunión de la Comisión Ejecutiva de Energía de la Conago, en la que rindió protesta su nuevo coordinador, el gobernador queretano Mauricio Kuri González. Murat destacó la importancia de priorizar la energía como “el motor” del desarrollo económico del país, así como la participación de todos los estados para fortalecer el sector. “Sin unidad ni voluntad política, nada se puede hacer”, insistió el gobernador oaxaqueño, quien concluirá su gestión al frente del gobierno de Oaxaca el próximo 30 de noviembre, para luego encabezar, al interior del PRI, un movimiento que se llamará Piensa México.

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