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Migración desbordada

Martín Espinosa

Martín Espinosa

Como si faltaran problemas en los tiempos actuales que vive el país, el fenómeno migratorio que se ha desbordado desde hace varios meses, cinco por lo menos, en la frontera sur del territorio nacional, amenaza con convertirse en una complicada situación humanitaria que ha derivado este año en el incremento inusitado de solicitudes para obtener refugio en México por parte de miles de centroamericanos que llegan al país huyendo de la violencia que sacude a la región, principalmente Honduras, Nicaragua, Guatemala y Haití, este último perteneciente al Caribe.

La agencia de la ONU para los refugiados, la ACNUR (Alto Comisionado de Naciones Unidas para los Refugiados), ha advertido en las últimas semanas del incremento histórico de solicitudes de asilo humanitario a raíz de la llegada de Joe Biden como presidente de Estados Unidos, a principios de este año. Y les ha pedido a las organizaciones no gubernamentales que laboran en ese rubro en México que se preparen con más personal para los próximos meses, frente a un desastroso panorama que vislumbran en el corto plazo.

En los primeros tres meses de este 2021, la Comisión Mexicana de Ayuda a Refugiados, la COMAR, registró 22 mil 606 nuevas solicitudes de asilo. Esto significó un aumento de 31% comparado con el primer trimestre del año pasado, cuando apenas comenzaba la pandemia por covid-19, y un incremento de 77% si lo comparamos con enero, febrero y marzo de 2019. Sin duda, marzo marcó un máximo histórico para las solicitudes de asilo que cada mes había en el país y que ahora fueron del orden de 9 mil 76 registros.

Este repunte refleja la tendencia ascendente que comenzó en 2014 y que en estos últimos días registra cifras nunca antes vistas en la región. Entre 2014 y 2019, el número de solicitudes de asilo humanitario en México aumentó de 2 mil 137 a 70 mil 302, lo que significó un incremento de más de 3 mil por ciento. Algo nunca antes visto.

Para la ONU, no es lo mismo el tema migratorio, ya de suyo complicado, que el conflicto que genera entre los países involucrados el fenómeno de los refugiados, cuya tutela ya le corresponde al gobierno receptor de migrantes, que renuncian a sus derechos en sus países de origen y se acogen a la “buena voluntad” de la nación que los recibe bajo la figura internacionalmente reconocida de “refugiados”.

Un migrante, define la ONU, es una persona que se mueve por voluntad propia; no porque sufra una persecución o amenaza de muerte, sino porque busca una mejora en su calidad de vida. A diferencia de los refugiados, los migrantes —en general— siguen recibiendo protección de su país de origen y podrían regresar si así lo quieren. En cambio, las personas refugiadas son un grupo específicamente definido y protegido en el derecho internacional, porque la situación en su país de origen les imposibilita el regreso a sus hogares. Un refugiado es la persona que, llegada a otro país para solicitar protección, permanece ahí bajo el principio de no devolución, establecido en la Convención de Ginebra de 1951 y que establece que “las personas refugiadas no deben ser devueltas al país del que han venido escapando, pues existe un riesgo real para su vida”.

Un fenómeno va de la mano del otro. Según las cifras conocidas en los últimos días, nuestro país vive su mayor crisis migratoria, en aumento tras la llegada de los demócratas a la Casa Blanca. La mayoría de los migrantes huye de la desigualdad y la violencia en sus países. Los expertos advierten que los números se incrementarán en los próximos meses. La mayoría proviene de Honduras y Haití, según los registros. Tan sólo en el primer trimestre de este año han solicitado asilo en México migrantes de 69 países de todos los continentes, con excepción de Oceanía. De seguir esta tendencia, los conocedores del tema señalan que podría llegar a 80 mil el número de migrantes que estarían esperando que “las puertas” del país les sean abiertas.

Pero el conflicto no se circunscribe al sur de México. A finales de marzo pasado, la organización no gubernamental Alianza de Líderes Religiosos del Valle, que coordina albergues para migrantes en Arizona, EU, alertaba acerca de que iglesias y sitios de refugio para migrantes ya no cuentan con espacio ni apoyos debido a la falta de fondos, escasos ya, por la crisis desatada por la pandemia de covid-19.

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