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Olvido García Valdés, (aunque) todos estábamos vivos

Mario Alberto Medrano González

Mario Alberto Medrano González

Por un instante detuve mi lectura sobre escritoras argentinas, a la que regresaré en la próxima colaboración, porque volví al poema, volví a la frase poética, volví al breve/intenso verso. Desde hace semanas que me es imposible abandonar a Olvido García Valdés (España, 1950), poeta cuyo nombre es origen y destino de la poesía que me interesa.

Decir que la poesía de Olvido es existencialista sería situarla en una frontera filosófica, y es cierto, es existencialista, pero no sólo se suscribe ahí. El poderío reflexivo de su poesía va más allá, es capaz de crear imágenes de la transparencia, con versos cortos, tensos, con una gran habilidad para manejar el arte menor: me da miedo la luz, /lo quieto de la luz, /el hueso de tu sien /contra la mía.

Existencial, sí; de nuevo existencial, pero con un poema donde se puede habitar, espacio de palabras, de emociones. En Olvido, la dura cavilación filosófica —en reiteradas reinterpretaciones sobre el paso del tiempo, la enfermedad, la infancia y el cuerpo— no coloniza la honda capacidad poética, sensorial, no fisura la frase poética. Incluso, la muerte es una seducción en su propia geometría, “la muerte es una forma”, diría García Valdés.

Fragmentaria, con una distancia entre el yo poético y el tú tan necesario, la poesía de la española no sólo es una ruptura entre la interioridad y el exterior, entre ver un ave y el vuelo del ave misma —una forma de ver y verse a sí misma—, sino que también es una manera de nombrar —“nombrar mas no decir”, dice Olvido—, y ese nombrar no es otra cosa que entender la realidad.

Olvido García Valdés es autora de libros de poesía como El tercer jardín, Exposición, Ella, los pájaros, Caza nocturna, Si un cuervo trajera, Del ojo al hueso, Y todos estábamos vivos. Asimismo, ha traducido La religión de mi tiempo, de Pier Paolo Pasolini, y esgrimido con el ensayo en su libro sobre Teresa de Jesús, la mística española.

Hallo en la poesía de Olvido García la misma vena que en autores como Antonio Gamoneda y Juan Gelman, aunque no pasada por el pesimismo de ellos. Sí por su gran fuerza creadora de imágenes nacidas de la luz, de los espacios habitados por el sol, por lo cristalino del agua, “Estabas en mi casa/ y eras más clara de lo que fuiste/ y también era clara la penumbra/ de aquella habitación”.

No dejo de pensar que algo en la poesía de Olvido García me llama, me habita, es un espacio que bien podría sentir mío. Poesía calma, nunca arrebatada por la pasión, poesía errante, viajera, poesía de abandonos, de lejanías y distancia, poesía donde “El mundo ya no habla. Como pueblos /de abandonadas minas, la memoria; como chabolas/ próximas a cercas. Forman red/ los olivos y circula/ el tractor entre ellos. Hace falta/ dulzura para ser. ¿Se desatan/ los nudos? Todo es ahora plano,/ tiene blandos los ojos y manchas/ en la piel. Hay muertos diminutos,/ una escala de ángeles que alertan/ al durmiente, y el pozo, las arcadas,/ los jazmines. Duele de no sentir”. A decir del crítico literario y periodista español Antonio Ortega, en la poesía de Olvido García Valdés, “desde sus dos primeros libros —El tercer jardín (1986) y Exposición (1990)—, se hace evidente una escritura que busca un modo preciso de expresión, un modo de estar en el mundo, un habla capaz de dar cuenta de una existencia tan extraña como necesaria.

Así lo reclama el título de su segundo libro, donde con firmeza y decisión extremadas establece su personal modo de exponerse: mostrar, y a la vez, correr el riesgo, ése que nace de su compromiso material con la realidad, pues, finalmente «se percibe lo que se es». El poema entendido entonces como lugar, como un espacio donde es posible tejer lo emocional y lo lingüístico. Y es esa conciencia extraña e inquieta la que hace posible el pensamiento y el sentido, creando así un modo de conocer y conocernos en la conciencia de la expresión”.

Volví de un viaje, después de leer poesía ante un grupo de alumnos, y no pude sino emprender otro, el de la poesía de Olvido. Negar que la poesía que intento escribir abreva de la escrita por García Valdés sería desdecirme, negar mis intenciones. Por esa razón, doy paso al poema, de nuevo, antes de volver a mi ruta por Sudamérica y la narrativa.

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