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María Fernanda Ampuero, polifonía de una sola voz

Mario Alberto Medrano González

Mario Alberto Medrano González

Trece relatos componen Pelea de gallos (Páginas de Espuma, 2018), el primer libro de cuentos de María Fernanda Ampuero (Ecuador, 1976). Trece historias en donde el amor filial, fraterno, sexual, entre padres e hijas, hermanos, amigos, se convierte en una especie de Síndrome de Estocolmo, en una enfermedad que daña por dentro, pero que hiere con dientes de dulce y deja llagas a piel abierta. 

Querer ver la obra como una autobiografía, para mí, representa un riesgo, ya que se pueden olvidar (desdeñar por el simple morbo) temas de orden estilístico, primordiales en una obra literaria. Lo que logra Ampuero en Pelea de gallos es dar al narrador, que salta de la primera a la tercera de un cuento a otro, es decir se alternan esas voces, una retórica para construir una trama de afecciones, de energía sexual, pero muchas veces frustrada, recelosa de cumplirse debido a que algo la constriñe y evidencia carencias afectivas.

Al nombrar el artículo “polifonía de una sola voz” pretendo enfatizar en un punto: la perspectiva de quien cuenta. A lo largo de los relatos, es desde la perspectiva de una niña de donde se cuenta, ella es la guía de estas distrofias emocionales. Y ahí radica un enorme acierto: el entendimiento de una menor ante situaciones como las que plantea Ampuero permite ver todo con mayor crudeza, con la fidelidad de quien todo lo observa con cierta inocencia, dejando ocultos la simbología y el horror, y ahí es donde el lector interviene para tejer aquello que a veces la autora no dice, pero traza muy bien.

Sin embargo, también es cierto que muchas de las protagonistas (personajes femeninos las más de las veces) dicen todo, a quemarropa, sin disimulo. Mujeres asesinadas, leprosas, laceradas, humilladas, casi como si las animalizara la misma atmósfera, son quienes retan los entramados sociales. Porque lo que se esboza en este libro de cuentos es la carencia social de un país, que aunque no se dice que sea Ecuador, es posible adivinarlo. De la misma manera que ocurre en la obra de Gabriela Alemán, en la de María Fernanda Ampuero un país es todo un continente. Ecuador es México y México es Argentina y Argentina, Uruguay y Uruguay, Brasil y Brasil, Paraguay…

La puerta de entrada al universo Ampuero es un cuento demoledor: Subasta. Sin caer en el spoiler, el título mismo ya es una forma de entendimiento. Lo sorpresivo es qué es lo que se subasta, con qué motivos y para qué fines. Ya, desde esta primera impresión, el lector enfrenta una declaración de principios de la autora. Y lo mismo pasa con Crías, Monstruos, Griselda, Persianas, Ali, Coro, todos ellos títulos lacónicos, sencillos, sin ambages.

También valdría reconocer un asunto neurálgico: la sexualidad contenida. En estos relatos la pasión anda como una anguila invisible, eléctrica. Los cuerpos están a la disposición de sus deseos, aunque en ocasiones no termina por cumplirse. Siempre hay un trazo erótico, a veces disimulado, otras en plenitud, otras con el perfil del incesto, pero siempre viene acompañado de una violencia, sobre todo hacia la mujer. No es gratuita, por eso, la mirada de las mujeres y niñas como protagonistas.

Los arranques poéticos en esta obra también dejan clara la intención literaria de la ecuatoriana. En cada cuento se hilvana la prosa poética. Hay destellos, mediante una frase, de una poesía visual, no rítmica, ni musical, pero con muchas analogías y metáforas muy bien cosidas: una concatenación de imágenes sin que se estorben y se acumulen sin sentido.

La obra de María Fernanda Ampuero acompaña y es acompañada por las voces de autoras que confrontan desde sus trincheras, todas ellas latinoamericanas.

Una vez presentada su obra mediante este análisis, que para mí es muy necesario para entender su literatura, tendré la oportunidad de charlar con la autora y presentar en este mismo espacio la entrevista con ella. Su idea sobre la literatura, la violencia de género y las nuevas que tiene en puerta. Aquí, entonces este primer acercamiento a Pelea de gallos y a la escritora nacida en Guayaquil, María Fernanda Ampuero.

 

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