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Liliana Colanzi, todo lo que está vivo sufre

Mario Alberto Medrano González

Mario Alberto Medrano González

 

 

Este aforismo (todo lo que está vivo sufre) podría ser el epitafio de Nuestro mundo muerto (2016), el último libro publicado por la escritora Liliana Colanzi (Santa Cruz, Bolivia, 1981) hasta ahora. El universo narrativo de este volumen de cuentos disputa la vida contra la muerte y, acaso esta confrontación es la columna vertebral de cada relato: las atmósferas, los personajes, los inicios y los finales son un entramado donde se tejen y destejen vivos con muertos, a aquellos que están por nacer gracias a aquellos que están por morir.

Ocho son los cuentos que componen este mundo muerto: El ojo, Alfredito, La ola, Meteorito, Caníbal, Chacho, Nuestro mundo muerto y Cuento con pájaro. En cada uno de ellos merodea una presencia, a veces fantasmal, otras un designio, a veces la tradición, la oralidad, el (des)amor como una anguila dentro de un cuarto en París, el destino, la muerte, la urgencia de la maternidad, lo irremediable de la vida, entre tantas otras.

Cada historia que escribe Colanzi va a parar a la vuelta de tuerca, a la inexorable metamorfosis. Los personajes, como en La ola y El ojo, saben que tiene una consigna en el mundo, pero el recorrido del punto A al B, así como el desenlace, son otro punto de partida, una transformación. Los protagonistas de estos cuentos, parecieran incompletos, mutilados (metafóricamente), pero que conforme se va cosiendo la historia, llegarán al final como entes, como entelequias.

Finalista del Premio Hispanoamericano de Cuento Gabriel García Márquez en 2017, Nuestro mundo muerto forma parte de las nuevas narrativas latinoamericanas. A pesar de ser un lugar común (forma tan despreciada en la actualidad y en la literatura), dice mucho de lo que se escribe hoy en el continente. El libro de cuentos de Liliana se inscribe dentro de la búsqueda literaria donde se experimenta estilísticamente, pero con dominio de una voz, cuentos cuyas atmósferas indagan en el pasado mítico de cada cultura y tradición, en donde los personajes tienen una inquietud constante, frustrados, llenos de más dudas que certezas.

La prosa de Colanzi es ágil; narrativamente, solvente. Este es un libro construido con cuidado, no hay las frases decorativas, no hay el guiño del ornato, cada personaje, cada narrador, tiene una voz sostenida, no cae en vicios, ni tampoco en debilidades.

Debo confesar (todo lector tiene ese derecho) que los cuentos que más me han gustado de este volumen son tres: Caníbal, Chaco y Nuestro mundo muerto. En esta triada hay un elemento común: la frustración, bajo la tenue luz de la violencia. Narrados en primera persona, cada relato pareciera, en primera instancia, que no se compone de la fórmula clásica: presentar la historia, crear un conflicto y resolverlo. Creo, más bien, tienen la estructura que proponía Ricardo Piglia de que todo cuento debe contar dos historias: la que está arriba, la evidente, pero abajo está el río subterráneo, las historias familiares, el perfil de sombra de cada personaje.

Periodista, editora, la autora boliviana tiene tres libros escritos hasta el momento, Vacaciones permanentes (2010), La ola (2014) y Nuestro mundo muerto (2016), todos ellos de cuentos. Sin duda, Liliana se ha convertido en un referente dentro de este género, en donde ha indagado y ejercitado diversos estilos, formatos y voces narrativas.

 

  •  HASHTAG

A dos años de discursos. Poco nuevo dijo ayer el ciudadano Andrés Manuel López Obrador en su perorata vespertina. Sin temor a equivocarme, ya son menos (cada vez muchos menos) quienes están atentos a estos discursos del mandatario. Y todos sabemos por qué: habla por la mañana, por la tarde, por la noche, de lunes a viernes, los domingos, etcétera. Es lo mismo que ver la repetición de un partido. Francamente, es soporífero, desgastante, pero Andrés Manuel no cambiará esta estrategia de comunicación. Quizá deba comprender que pocos lo escuchan, y quienes los escuchan, ya saben lo que va a decir, es predecible. Sus conferencias se han vuelto ruido de fondo, el bisbiseo de una televisión prendida, pero desatendida. Lejos de filias y fobias partidistas, Andrés Manuel llegará al sexto año de gobierno con poco rating. Algunos periodistas, cortos de miras y llenos de muletillas y lugares comunes, dicen que marca agenda. Es obvio, es el Presidente. Sin duda, y para refrescar su imagen, le va a venir bien la reunión con Trump: es juntar gasolina con fuego.

 

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