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Nada nuevo bajo el sol

María Amparo Casar

María Amparo Casar

A juicio de Amparo

Las campañas avanzan y no vemos nada nuevo bajo el sol. Más de lo mismo en todos los partidos. Mismos jugadores, mismas trampas. También, como siempre, mayores abusos desde el partido en el poder.

El pacto por la democracia convocado por el gobierno no tiene novedad alguna respecto a los anteriores. Un llamado a misa al que todos acuden a hacer la genuflexión esperada para salir de misa y seguir pecando. Acaso lo único distinto es que el árbitro electoral no fue invitado a la ceremonia. Como si no hiciera falta un árbitro para regular, vigilar y sancionar porque los jugadores electorales son fieles a la ley.

Mejor sería un pacto en el que se obligaran a aceptar las decisiones del organizador y árbitro de las elecciones sin acudir a la judicialización ni a las amenazas. Uno en el que se comprometieran a no incidir en el Tribunal Electoral para que le corrija la plana al INE cuando así conviene a sus intereses. Que no se olvide, las normas constitucionales, las leyes electorales y la selección de los integrantes del INE y del TEPJF son resultado de las decisiones de los partidos que el 6 de junio disputarán en las urnas los más de 21 mil cargos de elección popular que se renovarán.

Veremos que, como en las elecciones de 2018, por cada peso permitido por los topes de campaña, habrá 10 pesos escondidos; y por cada peso reportado al INE, habrá otros 25 pesos que no serán reportados.

Vemos también la misma actitud respecto al árbitro. Si sus decisiones me favorecen, me callo, aun cuando supongan una violación a la legalidad. Si no me favorecen, acuso al árbitro de estar vendido. Morena alzó la voz contra la sobrerrepresentación de 9 diputados que el INE otorgó al PRI en 2015. No dijo nada con respecto a su propia sobrerrepresentación de 39 diputados cuando el mismo INE repartió los asientos de la Cámara de Diputados en 2018.

Una más. El uso político de la administración de justicia. En 2018, el gobierno de Peña Nieto esperó pacientemente el momento propicio para acusar al entonces candidato del PAN a la Presidencia de un gran acto de corrupción. Al final, la acusación no prosperó, pero sí surtió el efecto deseado: Anaya se estancó en las preferencias electorales. Ahora se recurre al mismo expediente. El gobierno de López Obrador asesta un conveniente golpe a exlegisladores del PAN por supuestos actos de corrupción en el caso Lozoya-Odebrecht y, para que no quede duda, a uno de ellos le dictaron prisión preventiva. Si se comprueba que esos exlegisladores fueron sobornados, adelante. Ningún reparo. Pero la revelación de los sobornos fue conocida en julio de 2020 y es nueve meses después, precisamente en plenas campañas, que se procede en contra de ellos.

Y otra. El tan criticado uso electoral de los programas sociales. No hay práctica más priista, particularmente cuando era el partido mayoritario, que la utilización de los programas sociales como herramienta político-electoral. Pues López Obrador los ha superado. Su “se acabaron los intermediarios” es una doble simulación. Ahí están los servidores de la nación y los superdelegados que controlan las entregas de dinero en efectivo. Peor todavía. Ahí está el propio Presidente asegurándose de que haya claridad de que él es el Gran Benefactor. De las vacunas, ya ni hablar.

La última. Cuando Fox expresó en las elecciones intermedias de 2003 “quítenle el freno al cambio” o en las presidenciales de 2006 “hay que cambiar de jinete, pero no de caballo”, fue hecho pedazos por intervenir en las elecciones. Ahora, todos los días el Presidente se promociona, hace propaganda por su partido, defiende públicamente a su candidato en Guerrero, descalifica al INE y a sus consejeros, y su respuesta es “no me van a callar”.

Las elecciones comienzan mal y no sabemos cómo van a terminar. Quiero ser optimista, pero mi optimismo no encuentra asidero. Los plantones y la toma del INE que impidió al Consejo General sesionar, las declaraciones y amenazas de Salgado Macedonio, que son un delito —vamos por los consejeros a sus casas, el cabroncito de Córdova, si no soy el candidato no habrá elección—, y las lamentables expresiones del presidente de Morena —hay que exterminar al INE o el INE es una cueva de ladrones— quizá no sean estrictamente equiparables a la toma del Capitolio del 6 de enero en EU. Lo que sí es equiparable es que, de la misma manera que una orden de Trump habría terminado con la toma del Capitolio, una orden de López Obrador acabaría con las amenazas contra la autoridad electoral. Es hora de exigírselo.

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