Abrir la llave y culpar al balde
EU ha vendido el terrorismo para justificar extraterritorialidad.
En enero, Donald Trump firmó una orden ejecutiva para designar a los cárteles internacionales como organizaciones terroristas. El gesto es programático y populista: promete despliegue de la fuerza para solucionar de manera simplificada un problema complejo y coloca a México como escenario de la épica doméstica del vecino. No es política pública, es campaña permanente.
A esa narrativa, esta semana se sumó la senadora Lilly Téllez, quien a través de Fox News pidió el apoyo de Estados Unidos contra los cárteles.
Más allá de si lo hizo por convicción o por cálculo, no previó los efectos, así como tampoco la pobreza de sus supuestos: la idea de que una intervención estadunidense sería benéfica y que México es incapaz de enfrentar al crimen organizado por sí mismo. Ambas premisas son falsas y peligrosas.
Antes de llegar a los efectos, me gustaría precisar algunos puntos sobre los supuestos anteriores. Primero, Estados Unidos tiene su propia agenda. Agenda que, parece innecesario obviar, no incluye en su interés más genuino el bienestar de México, sino todo lo contrario. La Casa Blanca ha vendido, hoy y repetidamente a lo largo de la historia, el terrorismo para justificar excepcionalidad y extraterritorialidad.
“Llevar la democracia y seguridad” es un eufemismo que únicamente busca el fortalecimiento de su propia seguridad y política electoral. No es cooperación simétrica, es unilateralismo en esteroides.
Segundo, tampoco se lograría reducir la violencia. Las estrategias con enfoque bélico han dado malos resultados. La evidencia sobre la “lucha contra el capo” —descabezar organizaciones— muestra alzas sostenidas de homicidios, radicalización de la violencia y un reacomodo de células multiplicadas. México no sólo ya pagó ese costo, sino que lo sigue haciendo. ¿Por qué replicarlo con sello extranjero?
Tercero, Estados Unidos no ha hecho lo suficiente en su frente interno, pero, ¿lo harían por éste (o bien, porque nos consideran únicos responsables)? En 2024, los decesos de la población estadunidense por sobredosis fueron 80 mil. No logran atender su crisis sanitaria, no controlan a sus células internas y la corrupción fronteriza es evidente, no sólo en cuanto a la importación… se calcula que alrededor de 70% de las armas recuperadas en delitos en México se originaron en el mercado estadunidense. El pasado junio, la Corte Suprema de Estados Unidos rechazó una demanda de México (que buscaba luchar contra el tráfico ilícito de armas) alegando una aplicación muy amplia de la responsabilidad legal. Mientras tanto, priorizan los golpes mediáticos en territorio ajeno. Llamemos a la estrategia “abrir la llave y culpar al balde”.
En cuanto a los efectos, el mayor daño de la declaración de Téllez no es, como se ha asumido, “invitar” a la invasión —nadie en Washington esperaba su permiso—, sino mover la ventana del debate, su forma distrae del fondo; provoca, por un lado, que la discusión ponga en el centro una pugna de banderas: “vendepatrias” vs. “mano dura”. Y por el otro, sus declaraciones han llevado a cientos de usuarios a señalar a su partido (PAN), o bien a los gobiernos anteriores, de ser los causantes del problema que presentan ahora cínicamente ante nuestro vecino del norte en auxilio: dándose una confusión entre las nociones de defender a México y defender al gobierno mexicano.
Es verdad que las estrategias de combate al crimen siguen fallado. La impunidad es obscena, militarizamos funciones civiles, ignoramos la red de operación y la imbricación del crimen organizado con estructuras estatales; en cambio se sigue pensando como entidad monolítica a la cual creemos debilitar capturando cabezas. La llave está abierta y la discusión no se propone cerrarla, sino hacernos de baldes culpables.
Si de cooperación hablamos, que sea inteligente y verificable. México tiene capacidad para reconstruir sus instituciones y reducir la violencia. Convertir la seguridad en teatro para audiencias de cable sólo distrae del verdadero debate, debilita la legitimidad democrática en casa y refuerza la lógica del espectáculo que Trump y ahora Lilly Téllez producen.
