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Sociedades respetuosas e integradas

Luis Wertman Zaslav

Luis Wertman Zaslav

Coincidir no es necesariamente estar de acuerdo en todo, sólo en aquello que nos permite vivir en paz y con tranquilidad. Insistir en ello debe convertirse en uno de nuestros principales propósitos ciudadanos, porque debe hacerse un compromiso general para integrarnos de una vez y por todas. 

Nuestras opiniones, siempre valiosas, sirven de poco si no van acompañadas de acciones y de medidas concretas que podamos llevar a cabo en el día a día. Es actuar, primero, mientras también establecemos una postura acerca de lo que consideramos valioso e importante. Alzar la voz puede ser una coincidencia que aumente la participación de todos en la vida pública del país, pero debe ir acompañada de ideas y de posibles soluciones. Lo que hemos compartido antes: pasar de la protesta a la propuesta y a la acción. 

Estar conectados, a través de la tecnología o de manera presencial, para estar informados sobre lo que nos ocurre es una de las mejores formas para prevenir cualquier situación que afecta nuestro buen y bien vivir, pero a esa preparación deben seguir comportamientos que, repetidos por consenso, cambien el entorno en el que nos desenvolvemos. Si lo único seguro es que nada se queda estático, ¿por qué no empezar a colaborar de otra forma para obtener resultados distintos? Permanecer durante mucho tiempo con las mismas fórmulas de poca articulación civil hacen que lleguemos a los mismos callejones sin salida en donde sólo expresamos descontento, cuando podemos aportar opciones de encuentro. 

La base de una organización social eficiente es el respeto, que no es aguantar los puntos de vista de los demás, eso es engañarnos, sino convencernos de que hay muchas formas de pensamiento y eso es precisamente lo que enriquece a una sociedad moderna y que progresa de la mano. No hay una sola evidencia que afirme que vivir en diversidad es vivir en conflicto, precisamente es todo lo contrario. 

El respeto a lo largo del tiempo integra a una comunidad y hace que sus decisiones antepongan siempre el bien común, lo que beneficia a la mayoría, de la misma forma que a quienes deciden libremente no participar. Ésa es la clave: buscar que quien no estuvo de acuerdo o piensa diferente se vea incorporado de la misma forma que la mayoría que tomó la decisión. Así nadie se queda fuera, menos por su forma de pensar o de actuar, dentro de las normas que nos hemos proporcionado para gozar de derechos y cumplir con nuestras obligaciones.  

Pero conducirnos con respeto demanda tolerancia, apertura y la disposición de abrirnos a diferentes posibilidades, después de todo cada uno tenemos una historia distinta, con experiencias que han formado nuestro carácter de manera diversa y ese abanico social es el que distingue a las sociedades que logran crecer con éxito. Eso y la flexibilidad para adaptarse a nuevas realidades y adecuar sus reglas de convivencia a esos cambios, lo cual, de no suceder, lo único que provoca es desconfianza y debilita el consenso para ir en una dirección común. En México tenemos un acervo de principios único en el mundo; el valor que le damos a la familia como primer núcleo de nuestro desarrollo, a la amistad en función de una red de apoyo de todo tipo, al trabajo como la fuente del ingreso que sirve para obtener educación, salud, diversión y progreso, son bases de comportamiento que escasean en muchas naciones e incluso en regiones completas del mundo. 

Jamás he creído que nuestras posibles diferencias son mayores a los puntos en común en donde nos encontramos. Compartimos el gusto por casi todo lo que nos identifica como nación, desde la música hasta el amor por los símbolos patrios. La fe, no sólo la religiosa, hace que nos acerquemos con una fuerza inusual y el buen humor es un pegamento social más fuerte que muchos otros aspectos en los que podríamos converger, como la afición a los mismos deportes, por ejemplo. 

Contrario a lo que por lo general decimos, esos mismos valores se extienden a esos temas que podemos considerar delicados porque causan polémica y abren el diálogo sobre aquello que está de fondo en las decisiones que tienen mayor impacto en nuestras vidas. No puede haber asuntos que no se puedan discutir con respeto en la familia o con otras personas, la fortaleza de la sociedad mexicana reside en la oportunidad que siempre se da de cambiar de pensamiento y dar la oportunidad de que nuevas ideas surjan. Esa sociedad somos, hemos sido, y ahora nos toca continuar con la voluntad de coincidir y trabajar en los objetivos que sirven para obtener los anhelos que nos son comunes y sabemos desde hace mucho tiempo en qué consisten. Hablemos de ellos y hagámoslos posibles.

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