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Instituciones que sirvan

Luis Wertman Zaslav

Luis Wertman Zaslav

 

¿Estaba el país bien antes de que empezara este gobierno? Definitivamente no, por eso el voto mayoritario en 2018 para cambiar años de malos resultados en los rubros que a los ciudadanos nos preocupan hasta la fecha: seguridad pública, educación, empleo digno, salud de calidad, entre otros.

¿Se han resuelto ya? Tampoco y, creo, conforme avanzamos hacia el segundo tercio del sexenio, las diferentes maneras en que se aplica el cambio desde las instituciones todavía no coinciden con las expectativas que tiene la sociedad mexicana de alcanzar la paz y la tranquilidad, mientras nos enfilamos a un entorno más igualitario y próspero en lo económico. Encima de ello, surgió una pandemia que nos detuvo en seco desde marzo. Pero los problemas, la división social entre apoyadores y detractores de este cambio de época sigue ahí y la incertidumbre sobre lo que viene para el futuro es mayor que nunca antes.

Cada institución de nuestro país ha sido puesta a prueba, hoy están en el ojo público, en un mar de desinformación (alimentado desde todas las preferencias ideológicas) que produce un clima confuso, casi cínico, acerca de si podremos resurgir como la nación que siempre hemos querido ser.

Nada en contra de que todo el andamiaje que llamamos Estado mexicano sea analizado, evaluado y sujeto al escrutinio de la ciudadanía, eso es precisamente el fundamento de una democracia, pero arrastramos un descrédito y una falta de confianza enorme en la mayor parte de las instituciones que lo deberían formar y la sensación que nos deja esta semana es que hasta los Poderes de la Unión están influidos por los vaivenes de la política y el peso de muchos intereses.

Consultar a la gente es un ejercicio obligatorio en un país moderno y el nuestro ya llevaba décadas con un sistema monolítico que no sólo evitaba preguntarle al ciudadano, sino que lo ignoraba abiertamente.

Sin embargo, pedir la opinión general a partir de una pregunta difusa, un marco legal rígido que no contemplaba un escenario así y presiones desde todos lados hacia uno de los tres poderes que nos dan identidad, terminó dejando el ánimo de que en México la política hace que las instituciones se ajusten a ésta, cuando debería ser al revés.

¿Será valioso este ejercicio? No lo podemos saber aún. Entendemos bien de qué se trata y tenemos una opinión al respecto desde hace mucho tiempo, así que emitirla por medio de un procedimiento correcto ayudará a cerrar un capítulo, que incluye varios, sobre nuestra historia reciente. No obstante, esa ruta está contaminada por la politiquería y ensombrecida por la lucha electoral del próximo año.

La diferencia entre una comisión de la verdad y una de la justicia, es que la primera busca esclarecer lo que ocurrió sin perseguir a nadie y con la voluntad de dejar el pasado atrás; la segunda tiene como objetivo perseguir y aplicar la ley a los que resulten responsables. No hay atajos entre ambas y por la forma en que se dio esta decisión judicial, parece que logramos lo impensable: quedarnos a medio camino entre la verdad y la justicia, sin saber cómo podremos obtener una u otra.

Nuestra apuesta debe ser encauzar este proceso hacia una reconciliación nacional que termine con este debate, pero que no lo olvide. Cerrar capítulos no sólo es sano para las personas, también lo es para las sociedades y las naciones.

Existen muchos ejemplos, graves por los antecedentes de odio y de dolor colectivo, que fueron empleados para refundar países enteros que hoy viven en paz, con instituciones fuertes, con derechos garantizados y obligaciones aceptadas por una abrumadora mayoría, lo que impide los retrocesos.

Si ese es el camino propuesto, este ejercicio de consulta es importante y ayudará sólo si se encauza en una reconciliación social, de otro modo es fácil que se transforme en una cacería de brujas política y sin otro resultado que provocar el desencanto de una sociedad cada vez más incrédula de que podamos llegar a acuerdo mínimos para crecer juntos.

Por otro lado, los agravios de las administraciones pasadas surgen a diario y son de todas y de todos conocidos ¿Para qué preguntar lo que ya sabemos? Una posible respuesta es buscar que nos involucremos en decisiones que, de otro modo, nos rebasan. Sin embargo, la clave es el resultado y la actitud ciudadana que tendremos una vez que emitamos nuestro parecer en la consulta. ¿

Será un simple desahogo o dejaremos atrás el tema de una vez por todas?

Que quede constancia que no entro en el debate, pues no cuento con la experiencia, de las implicaciones jurídicas y constitucionales que tiene la decisión de la Corte, un tema legal de análisis legal que ha consternado a más de un especialista en derecho, un tema que no es menor si lo que necesitamos es un país de leyes y de instituciones serias.

Pero de la misma forma que con la pandemia, este es el cambio de época que nos toca y que impulsamos con nuestra decisión electoral. Actuemos, participemos y hagamos oír nuestra voz para resolver de la mejor manera un capítulo que debemos cerrar, el de cinco sexenios del pasado, y enfocarnos en el presente, el del gobierno actual, que también será evaluado en cuatro años por medio del cumplimiento de sus promesas, el estado en que se encuentre el país y la forma en que nuestra sociedad pueda convivir en armonía para llegar a las soluciones de sus problemas más apremiantes. Veremos.

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