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El juego se llama confianza

Luis Wertman Zaslav

Luis Wertman Zaslav

Disminuir los altos índices de violencia que tenemos en el país depende de la confianza que despleguemos, las y los ciudadanos, en las fuerzas de seguridad. Como ha señalado el propio titular del Ejecutivo, la confianza que inspiran nuestras Fuerzas Armadas es una de las razones por las que estarán apoyando una posible consolidación de la Guardia Nacional y la deseable reducción de los delitos en todo el país.

Sin embargo, sin la confianza ciudadana será difícil que las denuncias aumenten, el miedo al crimen descienda y la corrupción, necesaria para proteger a los delincuentes, pueda reducirse a niveles que se requieren para complicar la operación de grupos delictivos organizados, que son todos, desde los franeleros hasta los que integran un cártel.

La confianza es un elemento indispensable para generar certidumbre y ésta provoca legitimidad, sin ellas regresamos necesariamente al enfrentamiento abierto del crimen contra las fuerzas de seguridad, tristemente con la sociedad en medio, que no confía en unos y en otros, pero teme a los dos.

Aprovechar el prestigio del Ejército y de la Marina para enfrentar a los grupos criminales puede sonar como una buena estrategia, pero romper con la base social de la delincuencia, no sólo en su etapa de reclutamiento, sino

de cooperación abierta, ya sea por miedo o por conveniencia, demanda un tejido social distinto que se coordine, colabore y se comunique con la Guardia Nacional y con las Fuerzas Armadas que la apoyarán el resto del sexenio.

¿Estaremos preparados las y los ciudadanos para confiar en las fuerzas encargadas de restaurar la tranquilidad y el orden? Espero que sí, porque de no hacerlo, fortaleceremos a los diferentes niveles de la delincuencia y enviaremos un mensaje muy peligroso a las mujeres y hombres que todos los días arriesgan sus vidas por nuestra seguridad.

No olvidemos que existen varias corporaciones policiacas en el país, muy profesionales, que no pueden ser desplazadas en aras de que los militares responsables de tareas de seguridad asuman acciones cotidianas para mantener la paz. Contar con una extraordinaria coordinación será clave para que el lado de los “buenos”, que somos mayoría, pueda triunfar sobre “los malos”, que han logrado prevalecer durante varios sexenios gracias a la complicidad oficial y a la impunidad.

Esta apuesta no sólo es de la administración pública que cambiará en menos de seis años, sino de la sociedad mexicana que reclama resultados en seguridad pública, incluso durante esta pandemia, porque la actividad criminal no se detendrá por un virus, como lo han revelado los propios números oficiales.

Una vez que regresemos a una nueva realidad de convivencia, tendremos que enfrentar de nuevo la pandemia que nos afecta desde hace décadas: la inseguridad. Y lo haremos en condiciones inéditas que pueden convertirse en ventajas o en obstáculos en el mediano plazo.

La prevención, que es la mejor seguridad, y la colaboración social con las autoridades (sí, con las mismas que tenemos ahora) será determinante para cerrarle espacios a la delincuencia y quitarle dos de sus factores de ventaja, la oportunidad y la sorpresa.

Pero ello demanda un consenso social apartado de la política, que no debe mezclase con la seguridad. Las evidencias de que esa relación no funciona son evidentes a diario, por lo que debemos hacernos corresponsables y entender que en el tema de recuperar la paz y la tranquilidad no hay colores, no hay partidos y lo que debe haber es una ciudadanía activa, participante, bien comunicada, que no permita ningún espacio para el crimen, no importa de cuál se trate.

 

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