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Crimen y contingencia

Luis Wertman Zaslav

Luis Wertman Zaslav

Pensar que por la pandemia los delitos que nos afectan bajarán notablemente, es un error. Aun con el riesgo del contagio, los delincuentes operan un negocio y, en momentos de resguardo general, sus oportunidades y sus ganancias se reducen, igual que para cualquier otra actividad económica.

Tendremos, sin embargo, descensos en delitos relacionados con las nuevas condiciones que estamos viviendo, pero eso no significa que nos encontramos en una tendencia, sólo que las características de ciertos crímenes se alteraron de la misma forma que nuestras rutinas y, por ello, es difícil cometerlos.

Un ejemplo: el robo a casa habitación podría presentar una caída notable, porque una de sus condicionantes (obviamente) es que la vivienda se encuentre sin habitantes para que el riesgo sea menor al momento de ingresar, contar con tiempo de registrarlo todo y salir con los artículos robados.

Otro es el robo de vehículo con violencia, un delito que, particularmente, nos afecta en las grandes ciudades del país. Su forma de operar es despojar al conductor del auto con un arma de fuego, para después comercializarlo ilegalmente, desmantelando sus partes como refacciones, por encargo específico o para usarlo en otro crimen. Si la circulación de automóviles baja por la contingencia, es más complicado, porque el tráfico cotidiano, los horarios y hasta el tiempo de respuesta de la policía se han modificado en contra.

Sin embargo, como cualquiera de nosotros, el delincuente se adapta y busca opciones para ocuparse en una situación inédita como ésta. Si no puede robar un coche a punta de pistola, entonces tratará de hacerlo mientras está estacionado, lo más seguro es que durante varios días, porque estamos en asilamiento social; ese cambio representa aprender nuevas habilidades con rapidez, mover la comisión del delito a una hora y a un espacio que minimice el riesgo de ser capturado y hasta a tener una nueva red de contactos para vender el auto robado sin violencia (así se tipifica este crimen). 

De acuerdo con las cifras preliminares de las autoridades, parece que esta modalidad subió durante las primeras semanas de la contingencia, mientras que el asalto con violencia descendió, lo que puede explicarse por la facilidad con la que un delincuente pasa de una a otra modalidad de un mismo crimen. Aquí tocamos uno de los aspectos más relevantes del delito: la especialización; es probable que ciertos crímenes presenten menos denuncias porque los grupos que los cometen no tengan tiempo suficiente para cambiar de delito (casi nunca de giro) y adaptarse a uno totalmente diferente, ello requiere preparación, una red de contactos y de protección que no se consiguen en cuarenta días, menos si tomamos en cuenta que ya existen competidores en esa línea de “trabajo” a la que se quiere ingresar.

Si esto le suena muy parecido a lo que ocurre con cualquier otro mercado, es precisamente porque el crimen es una industria que se comporta de forma aterradoramente similar a otras y, gracias a la corrupción y a la impunidad, se ha convertido en una de las actividades económicas más rentables que hay en México.

Puede ser que la pandemia provoque entonces que las actividades ilegales pararan mientras entendíamos el riesgo de contagio y las consecuencias del coronavirus, pero, de la misma forma que otros empleados y negocios, conforme pasó el tiempo y se agotaron las reservas económicas o no se tenían, muchas bandas iniciaron un proceso de adaptación para seguir operando durante esta emergencia sanitaria.

En cualquier crimen que se comete con el fin último de obtener dinero de manera ilegal, pesan dos factores: la sorpresa, que no es otra cosa que la preparación y las condiciones que le permiten a los delincuentes operar, y el costo-beneficio de cometer el crimen, que no es otra cosa que la evaluación del riesgo; si éste vale la pena por las ganancias, con y sin pandemia, se buscará cometerlo.

Además, están las diferentes conexiones que le dan forma a los mercados en los que se pueden comercializar los artículos robados, ya sean celulares que quitas en el Metro a lo largo del día o un auto de lujo que le arrebatas a alguien mientras espera el cambio de la luz del semáforo y que, sin ellos, es muy complicado prosperar en el mundo criminal.

De fondo, autoridades y ciudadanos debemos reforzar la prevención como la mejor seguridad que podemos construir en momento de tanta incertidumbre como estos. Fortalecer los canales de denuncia y advertir de cualquier cambio en modus operandi o rutinas de posibles delitos, nos ayudará a regresar a las actividades cotidianas con cierta normalidad. Esta pandemia puede darnos la falsa sensación de que la inseguridad no es el problema que nos ocupa ahora, pero eso no quiere decir que el crimen, en pausa como todos nosotros, no esté esperando su regreso o busque cómo afectarnos aun en estas inéditas condiciones.

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