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Policías fifís

Luis de la Barreda Solórzano

Luis de la Barreda Solórzano

Todo policía que aspire a dormir en una cama confortable ubicada en una habitación limpia, comer con cubiertos alimentos saludables sentado a la mesa, defecar en un retrete higiénico que pueda descargarse al finalizar la evacuación, ducharse parado en un suelo libre de hongos, lavarse las manos y los dientes en un lavabo aseado o contar con el equipo adecuado al acudir a cumplir con sus tareas… ¡es un policía fifí, característico de los gobiernos neoliberales, que no entiende que ahora tiene el honor de ser un policía de la cuarta transformación!

No, amables lectores, no he enloquecido, como parecería desprenderse de lo que acaban de leer: lo único que he hecho en el párrafo anterior es reproducir la opinión de Francisco Garduño, flamante comisionado del Instituto Nacional de Migración, quien descalificó las quejas por la situación en que se encuentran los agentes de la Policía Federal enviados a los operativos contra los migrantes que intentan llegar a Estados Unidos.

Los más ingenuos creíamos que un gobierno que se asume de izquierda, y cuyo máximo titular jura que ya no se pertenece a sí mismo, pues le pertenece al pueblo, aspiraría a que todos los trabajadores tuviesen una vida decorosa tanto en su jornada laboral como en sus horas de descanso. Qué equivocados estábamos: un policía de la cuarta transformación, en opinión de Garduño, jamás debe inconformarse por sus condiciones de trabajo, sean éstas las que fueren. Los agentes que han expresado inconformidad, dice el comisionado, “eran fifís (cuando aún no llegaba la cuarta transformación) y quieren seguir como fifís”.

A Garduño le escandaliza que quienes ahora duermen a la intemperie o en tiendas de campaña, sobre cartones o tablas, con una temperatura superior a los 35 grados y humedad de 90, en el pasado hayan pernoctado en un hotel y se hayan alimentado del bufet que se ofrece en éste, lo que, a juicio del comisionado, tenía un costo altísimo. Cualquiera, al leer lo declarado por Garduño, pensaría que los agentes se alojaban en un Four Seasons o un hotel igual de lujoso y comían tres veces al día langosta o delicias similares acompañadas de champaña Dom Perignon.

Pues no: se hospedaban —según acusa el comisionado— en un Holiday Inn, que no es precisamente un alojamiento lujoso. ¿O es que yo mismo soy tan  fifí que el Holiday Inn me parece un hotel aceptable, pero nada lujoso? ¿Cómo vive Garduño? ¿Su casa es más modesta que una habitación del Holiday Inn? Porque él es un hombre de la cuarta transformación y, por tanto, debe predicar —la cuarta transformación abunda en predicadores, empezando por el Presidente— con el ejemplo.

Los policías federales han tenido que defecar a la intemperie o en retretes atascados de mierda, ingerir comida chatarra sentados en el suelo, patrullar desarmados en unidades descubiertas bajo los inclementes rayos del sol y sin impermeables para cubrirse de las lluvias, ducharse en baños asquerosos. Siempre he creído que lo primero que debe hacerse para que tengamos policías altamente profesionales es respetar la dignidad de sus integrantes. Nunca imaginé que la cuarta transformación les diera un trato infrahumano.

Hay en la postura de Garduño, por supuesto, un desprecio clasista, pero hay algo más, algo que hemos advertido en los actos del actual gobierno: un oscuro resentimiento, cuyos motivos desconozco, que busca en quienes desquitarse, y que ha perjudicado a muchos mexicanos con la cancelación del nuevo aeropuerto, los comedores populares y el metrobús de La Laguna; los despidos arbitrarios; la reducción o supresión de apoyo a refugios para mujeres maltratadas y a estancias infantiles; los recortes de presupuesto a institutos médicos, hospitales y universidades, y la eliminación de prestaciones y estímulos a académicos, artistas y científicos.

Se me replicará que el gobierno reencauza las erogaciones a las tres grandes obras que ha anunciado y a las dádivas con propósito clientelar. De acuerdo, pero el reencauzamiento —como lo muestra la declaración de Garduño, tan bajuna que se vio obligado a disculparse— no está exento de un turbio rencor que desde el poder encuentra las ocasiones más propicias para manifestarse.

Dice una popular copla española:

 

Igualdad, oigo gritar

al jorobado Torroba.

¿Quiere perder la joroba

o nos quiere jorobar?

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