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Juicio a un médico

Luis de la Barreda Solórzano

Luis de la Barreda Solórzano

El doctor Gerardo Grajales, jefe de Urgencias del Hospital de Especialidades Vida Mejor, del Instituto del Seguro Social de los Trabajadores del Estado de Chiapas, fue detenido y vinculado a proceso con motivo de la denuncia de Karen Alejandra Ramírez, hija de Miguel Arturo Ramírez, un conocido político local que murió en ese hospital a consecuencia de la covid-19.

Según ha informado la Fiscalía del Estado de Chiapas, la denunciante afirmó que el inculpado le solicitó equipo e insumos para el tratamiento de su padre, no obstante que, de acuerdo con la Secretaría de Salud de la entidad, el nosocomio cuenta con los medicamentos y el equipo necesario para atender a los pacientes.

Cientos de médicos y enfermeros de Chiapas han realizado marchas exigiendo la libertad absoluta del doctor Grajales, cuya detención les parece injustificada, y colegios de médicos de todo el país se han solidarizado con esa exigencia.

El juez decidió que el inculpado enfrentase su proceso en prisión preventiva. Pero el doctor Grajales es hipertenso, y al verse privado de su libertad sufrió una crisis hipertensiva, por lo que fue internado en un hospital particular y posteriormente se le modificó la medida cautelar: permanecerá en resguardo domiciliario.

Las autoridades sanitarias, tanto las federales como las de las entidades federativas, suelen asegurar que los hospitales cuentan con todo lo necesario para el tratamiento de los pacientes, pero para nadie es desconocido que en los nosocomios públicos existen graves carencias, las cuales, en muchas ocasiones, ponen en riesgo la vida no sólo de quienes son atendidos en ellos, sino de médicos, enfermeros y camilleros encargados de esa atención.

Son varias las personas que me han narrado cómo ellas mismas tuvieron que comprar medicamentos y aun instrumentos que los médicos utilizaron para atender a un familiar internado en un centro de salud público. A ninguna de ellas se le ocurrió que el médico tratante estuviese incurriendo en una conducta indebida por solicitarles fármacos o productos con los cuales no contaba el hospital.

En el caso de que un médico no cuente con los elementos necesarios y suficientes para tratar adecuadamente a un paciente, puede simplemente resignarse ante esa situación, de la cual, al fin y al cabo, no es culpable, o bien, indicarles a los familiares del paciente lo que hace falta para llevar a cabo el tratamiento con posibilidades —no certeza— de éxito.

Si el médico sigue la segunda opción, ¿está cometiendo un delito? ¿Es que mejor debería decirles a los familiares y decirse a sí mismo que se atendrá exclusivamente a los recursos de que dispone el hospital? ¿Esa debe ser su decisión aun sabiendo que la insuficiencia de tales recursos puede ocasionar un desenlace letal?

¿No es deber de los médicos hacer todo lo posible por salvar la vida de los pacientes? Claro, para tratarlos de la manera más adecuada deberían contar en el hospital donde prestan sus servicios con todos los elementos idóneos, pero si no es así el doctor se ve imposibilitado para lograr una intervención exitosa… a menos de que se le consiga fuera del nosocomio lo que requiere para cumplir adecuadamente su tarea.

Si el doctor Grajales le hizo ver a la hija de su paciente que necesitaba determinados equipo e insumos para tratar a su padre, ¿esa conducta puede considerarse delictuosa? Es a la vez una confesión de impotencia y una llamada de auxilio: quiero salvar al paciente, pero necesito tal medicamento, tal instrumento, tal insumo.

El personal médico, no sólo en México sino en el mundo, se ha visto sometido durante la pandemia a condiciones muy difíciles y riesgosas en el cumplimiento de su deber. Aun en países con sistemas de salud muy superiores al nuestro, la cantidad de médicos y enfermeros contagiados es considerable. No son pocos los que han muerto.

Además, muchos de ellos han sufrido agresiones de gente a la que no puede calificarse sino de baja y canalla. En la televisión y en la radio se les llama con justicia los héroes del momento —¡claro que lo son!—, pero eso no ha evitado que algunos descerebrados los hayan hecho víctimas de ataques paranoicos.

Clama al cielo que un médico sea sujeto de un proceso penal por esforzarse, más allá de su estricto deber, en salvar la vida de un paciente.

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