No es psicosis: el agua se acaba

¿Seguiremos dando por hecho que al abrir el grifo hoy y mañana habrá agua? La sequía ha sido considerada un fenómeno natural. Sin embargo, llegó el momento de reconocer que, por la intensificación y la frecuencia con que ocurre, su raíz está más enganchada a las ...

¿Seguiremos dando por hecho que al abrir el grifo hoy y mañana habrá agua?

La sequía ha sido considerada un fenómeno natural. Sin embargo, llegó el momento de reconocer que, por la intensificación y la frecuencia con que ocurre, su raíz está más enganchada a las actividades humanas, como la deforestación, la agricultura intensiva, la urbanización y el desperdicio, además del cambio climático, por cierto, también de origen antropogénico. México, si bien es un país rico en recursos naturales, enfrenta una crisis hídrica que se ha ido agravando con el paso de los años. La sobreexplotación es insostenible, al igual que la contaminación.

La extracción excesiva de agua para uso agrícola, industrial y doméstico ha agotado los acuíferos subterráneos y ha reducido drásticamente los niveles de agua en los cuerpos superficiales.

Al observar el mapa de la Cuenca de México, de alrededor de 1519, cuando llegaron los españoles, maravilla ver el sistema de lagos conformados por el de Texcoco —el más grande—, donde los mexicas crearon islas artificiales para expandir sus tierras agrícolas y asentar poblados. Hacia el norte se aprecian el lago de Zumpango, que comunica con el de Xaltocan. Hacia el sureste, el lago de Xochimilco y en el suroeste el de Chalco.

Como los historiadores lo han documentado, en el siglo XVII, después de la conquista, el virreinato construyó sistemas de drenaje para enfrentar las inundaciones y de ahí hacia el siglo XX terminaron por desaparecer casi por completo los cinco lagos que conformaban el sistema lacustre del Valle de México.

Donde antes hubo agua, hoy se viven sequías. Por si fuera poco, para dar paso a las grandes vialidades se entubaron arroyos y ríos, como Mixcoac, Churubusco, La Piedad y Consulado. Y ahora pagamos las consecuencias. Es dramático lo que pasa.

La Ciudad de México, capital de la República Mexicana, atraviesa la peor de las crisis hídricas de las que se tenga registro.

Se erige como el epicentro de las actividades económicas, políticas, sociales y culturales del país; además, es el corazón de una de las megalópolis más importantes del mundo y es la principal zona metropolitana del sistema urbano nacional. Pero se está quedando sin agua y eso traerá graves consecuencias en todos los ámbitos.

No por nada se dice que sin agua no hay vida.

No se trata de generar psicosis ni mucho menos, pero deben encenderse las alertas porque no existe una política y gestión hídricas eficientes ni una fuerte y bien cimentada conciencia social.

Hay quienes, en la efervescencia político-electoral, en la búsqueda de gobernar la capital del país, quieren minimizar la situación al decir que el Sistema Cutzamala “sólo” abastece a la CDMX poco más de 25% y, por lo tanto, no se quedará sin agua.

Si bien la mayor fuente de suministro proviene del Acuífero Zona Metropolitana del Valle de México, es decir, agua subterránea, éste se ha sobreexplotado, pero la demanda sobrepasa por muchísimo la recarga.

De las presas que conforman el Sistema Cutzamala, de acuerdo con la Comisión Nacional del Agua (Monitoreo de las principales presas de México al día 2024-02-12), El Bosque (Michoacán) tiene 59% de llenado, pero Valle de Bravo cuenta con 33% y Villa Victoria apenas tiene 30% (ambas en el Estado de México). La capacidad de Valle Victoria es de 185 mil 723 hectómetros cúbicos (hm3) y su almacenamiento actual es de 56 mil 015 hm3 o 56 mil millones de litros.

Un hectómetro son mil millones de litros y equivale al consumo anual de 15 mil personas, se imagina cuántas pipas de cinco mil o 10 mil litros de agua se necesitarán tan sólo para satisfacer el consumo de la población de la alcaldía Cuauhtémoc que depende del Cutzamala y tiene, seguramente más de 545 mil 884 habitantes (Censo poblacional del Inegi, 2020), a partir del 27 de junio, porque, de acuerdo con la Conagua, el Día Cero llegará el 26.

Y aunque hubiera miles de pipas, ¿de dónde va a extraerse el agua?

El drama se extiende hacia otros estados y ni cómo echarse la mano entre unos y otros ante los cuerpos de agua secos.

Las presas que tienen cero almacenamiento son: La Llave y La Venta, en Querétaro; Ignacio R. Alatorre y Abelardo Rodríguez Luján, en Sonora.

Con 1% están Peñuelitas, Guanajuato; El Potosino, San Luis Potosí, y De Gonzalo, Michoacán.

En el Estado de México, el nivel de las presas es también muy bajo. Huapango tiene 3% de almacenamiento; El Molino, 12%; Francisco José Trinidad Fabela, 19%; José Antonio Alzate, 14%; El Molino, 12%; sólo por citar algunas.

Así que, por donde se le vea, la falta de agua se ve peligrosa.

A principios de diciembre del año pasado, en el marco de la COP28, la Convención de las Naciones Unidas de Lucha contra la Desertificación (CNULD) publicó un informe en el que alerta sobre una “emergencia sin precedentes a escala planetaria” debido a las sequías provocadas por las actividades humanas.

El informe Panorama de la Sequía Global 2023 indica que datos de 101 países miembros de la CNULD apuntan que mil 840 millones de personas son afectadas por la sequía, de ésas, 4.7% está expuesta a sequías graves o extremas.

Y el secretario ejecutivo de la CNULD, Ibrahim Thiaw, sentenció que, a diferencia de otros desastres que atraen la atención de los medios, las sequías ocurren silenciosamente, a menudo pasan desapercibidas y no logran provocar una respuesta pública y política inmediata.

Habría que agregar que, si bien la sequía es una amenaza silente, las autoridades, ante las alertas de los científicos que vienen diciendo desde hace décadas que la CDMX y otros estados vivirán sequías extremas, lo único que hicieron fue poner oídos sordos o están sentados esperando a que Tláloc venga al rescate.

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